Vida espiritual. ¿Dónde empezar? ¿Qué significa ser cristiano en el siglo XXI?

Cristo dijo: “No he venido a traer paz, sino espada”, y también: “Así como el mundo me aborreció, así también os odiará a vosotros”. El cristiano está llamado en cierta medida a afrontar el mundo. ¿Cómo combinar esto con el deseo de carrera y bienestar? ¿Cómo preparar a los niños para esto sin convertirlos en fanáticos sombríos y condenatorios y sin alejarlos de la Iglesia? Sobre esto habla el arcipreste Alexy UMINSKY, confesor del Centro Educativo Ortodoxo de San Vladimir y presentador del programa de televisión “Enciclopedia Ortodoxa”.

Propósito e integridad

¿Qué significa "dificultad social"? Una persona tiene una pensión baja, mala atención médica, falta de garantías sociales, es decir, no es libre en la sociedad, ¿no? Debido a su posición religiosa, en mi opinión, él no puede experimentar esto en nuestra sociedad.

¿Qué pasa con la oportunidad de trabajar en algunas áreas? ¿Oportunidad de conseguir un trabajo mejor remunerado?

Sí, un cristiano no puede trabajar en algunas áreas: en el negocio del porno, en el negocio del juego y en otros lugares donde se promueve el pecado y hay una industria asociada con el pecado. Todo el mundo lo sabe.

Pero, en principio, ¿una persona ortodoxa está obligada a tener éxito?

No, no es necesario. Al igual que él no tiene por qué fracasar. No le debe nada a nadie excepto a Dios. Es decir, como ciudadano, está obligado a cumplir con las leyes de su país, pagar impuestos y vivir sin violar el código civil y penal. Y todo lo demás se refiere a su deber ante Dios, que nos da el Evangelio. El éxito o el fracaso es una cuestión personal de cada uno, a su antojo.

Pero la pregunta puede parecer diferente: ¿debe una persona fijarse una meta para tener éxito? ¿Puede una persona ortodoxa siquiera permitirse fijarse ese objetivo? La respuesta es que puede, aunque no es necesario. No tengo que hacerlo, pero tengo derecho.

Ahora ha surgido la opinión de que una persona ortodoxa moderna está obligada a fijarse los siguientes objetivos: una carrera profesional, el éxito, para tener más peso a los ojos de las personas que no pertenecen a la iglesia, para crear la imagen de la Iglesia como comunidad. de personas exitosas.

Debe comprender de qué tipo de éxito estamos hablando. Si hablamos de los conceptos del mundo moderno, entonces no hay necesidad de esforzarse por lograr ese éxito, porque esto equivale al amor al dinero y al deseo de establecer la propia vida sin Dios, confiando sólo en uno mismo. Si hablamos de ser responsable de la propia vida, entonces, en este caso, la persona, por supuesto, debe tener éxito.

En el mundo moderno, el éxito se entiende con bastante claridad: como éxito en el logro de objetivos externos con el consiguiente aumento del bienestar. Si el éxito no genera ingresos, no se percibe como tal. En este sentido, el mundo se propone a todos la siguiente tarea: estar por delante del progreso, estar a la vanguardia, y todas las formas de lograr este objetivo son buenas.

¿Qué significa para un creyente tener éxito? Para llevar el asunto al final, a la victoria; ser un profesional en su campo; mejorar en el área en la que estás llamado... Es más bien integridad. Este éxito no se fija en modo alguno el objetivo de aumentar el bienestar, pero a menudo –naturalmente– conduce a ello. Así debería ser: una persona que sabe trabajar recibe un salario por ello. Un profesional debe tener demanda y recibir un buen dinero, pero esto no es un fin en sí mismo.

Puedes ser un excelente músico, por el bien de la música; o sea un buen médico y ayude a la gente, pero no se esfuerce por alcanzar logros profesionales, empujando a todos a un lado con los codos... En el sentido cristiano, es necesario tener éxito. Un cristiano no debería ser un estudiante C en la vida: en la familia, en el trabajo, en la iglesia. Debe luchar exitosamente contra el pecado y "parecer victorioso sobre el pecado". Esto se mide mediante las relaciones entre cónyuges, los deberes profesionales y la vida eclesial activa. Este es un criterio claro de qué tan correctamente vives y en qué medida tu vida transcurre de acuerdo con la voluntad de Dios. Y si una persona justifica su falta de voluntad para trabajar, para ser responsable de su vida, de su familia, incluida la obediencia a la iglesia, por el hecho de que "es pecado siquiera pensar en el éxito", entonces esta es una sustitución obvia y mentir.

Hoy en día, el éxito familiar y el éxito profesional a menudo chocan. Resulta que o tienes éxito en una cosa u otra.

Por lo tanto, debe elegir el éxito adecuado para usted.

La cuestión del éxito debe plantearse correctamente, de lo contrario puede ser así: "oh, somos cristianos, no tenemos éxito y de esto es de lo que nos jactaremos". Qué tontería.

Abrir puertas al exterior

Al criar hijos, nos enfrentamos a la misma oposición entre sociabilidad y ortodoxia. ¿Cómo evitar el desarrollo en un niño de un sentimiento de superioridad en relación con las personas que no pertenecen a la iglesia, el patetismo de pertenecer a un círculo estrecho (o amplio) de cristianos ortodoxos?

Por supuesto, se cultiva un sentimiento de superioridad hacia las personas que no pertenecen a la iglesia. Sólo se puede evitar si los propios padres no lo experimentan. Y no cultivan esto conscientemente en el niño; después de todo, un sentido de superioridad, elitismo y elección realmente pueden proteger a un niño de reuniones, amistades, actividades, etc., que son innecesarias desde el punto de vista de los padres. Hay parroquias en las que se cultiva la opinión de que no se debe en absoluto ser amigo de niños que no sean de la iglesia, que un niño no debe caminar en el patio en absoluto, que un niño sólo debe ir adonde va la gente de su parroquia. Por ejemplo, sugieren que todos los niños que no van a la iglesia son… “contagiosos”…

Puedes aprender cosas malas de ellos. Todas las canciones que cantan allí son demoníacas. Y así sucesivamente, en distintos grados de intensidad, desde oscurantista hasta intelectual. Pero la cuestión es una: no somos como los demás y, si llegas allí, puedes morir rápidamente. Tan pronto como un niño comienza a hacerse amigo de alguien que no es de la iglesia ni de la parroquia, eso es todo, dicen que está bajo sospecha, esto puede terminar mal. Es decir, se trata de un intento de crear una especie de vacío ortodoxo para el niño, de colocarlo bajo el capó. Como resultado, el niño se convertirá en un vil fariseo con este sentimiento de superioridad, o lo primero que hará será tirarlo felizmente y meterse en todo tipo de problemas.

También hay otro sentimiento hacia los compañeros que no pertenecen a la iglesia: la envidia. Al educar a los niños, a menudo escuchamos la palabra "imposible" y se convierte en la palabra predominante en la educación. Esto es imposible, esto es imposible, pero para los no creyentes todo es posible. Me parece que debemos tomar un camino intermedio, cultivar en el niño la capacidad y el deseo de comunicarse con otros niños, invitar a estos niños a su territorio, abrir las puertas de su familia a "amigos de afuera", comunicarse con ellos, y luego todo encajará en su lugar.

Esto se aplica a los adolescentes...

Esto ya no concierne a los adolescentes, ellos ya están de alguna manera formados en este momento, se trata de los más jóvenes.

Teniendo en cuenta que todos los conceptos y valores en la sociedad están borrosos, el deseo de aislar a su hijo del mundo es comprensible. Me parece que incluso los padres no creyentes buscan algún rincón, alguna esfera donde sentir al menos un terreno más o menos sólido bajo sus pies, algo en qué apoyarse...

Es comprensible, sí. ¿Y si la gente ha fundado la Iglesia y tiene sus propias directrices, deberían vallar este mundo con muros y convertirlo en “el mundo del Príncipe Gautama”? En este caso, el niño, al salir del “clandestin”, no traerá a sí mismo ni el Evangelio al mundo; no podrá hacerlo.

Pero, ¿cómo podemos explicar a los niños que algunas de las acciones de quienes los rodean son pecaminosas, que el mundo está en el mal, sin condenar a nadie? ¿Cómo, por ejemplo, sin juzgar, explicar por qué alguien tiene dos mamás o dos papás?

Cuando hablamos con los niños, debemos entender que los niños no saben juzgar. Y no estamos hablando de qué es una mala persona, sino de qué acciones son malas. En cuanto a "dos mamás o dos papás", no hay ninguna discusión sobre quién es malo, quién es bueno, qué papá, por qué dos mamás... Esto queda fuera de paréntesis, porque algunas cosas las entiende el propio niño, además El niño siempre puede decir: “Bueno, ya sabes, hay diferentes situaciones en la vida”.

No es necesario explicarlo todo en detalle. Me parece que no es tan difícil entender esto, porque cuando explicamos que las acciones son malas, no nos referimos tanto a quienes nos rodean, sino a los principios del bien y del mal. Y si un niño hace la pregunta “¿Por qué? Él¿está actuando tan mal?”… Entonces, tal vez, podamos decir que probablemente no tuvieron tiempo de explicarle a este chico que eso era malo, ¡pero ya lo sabes! Se lo contarán.

¿Qué pasa si un niño desea decirle algo a otra persona para corregirlo?

Déjalo decirlo. Este será asunto de su hijo.

Es decir, ¿delegamos en el niño la oportunidad de “arreglar” a alguien? Nosotros no podemos, pero ¿él puede?

¿Por qué no podemos? No pensemos en las palabras que leemos o escuchamos como reglas absolutas y que lo abarcan todo. Absolutamente cierto, existe una regla ascética precisa: no hables mal de nadie, pensando que al decir algo malo sobre él, iluminarás y educarás a alguien. Pero aún así, la comprensión de estas palabras no puede limitarse a un enfoque limitado. No deberías convertir citas patrísticas en clichés y medir el resto de tu vida con este cliché, sin pensar en nada más. La vida es siempre más amplia, más profunda y más inesperada.

Así que hablar mal de alguien es una cosa, pero explicarle a un niño qué es bueno y qué es malo es otra. Es necesario plantear de alguna manera el problema del mal y explicar la actitud hacia este mal. Y cuando un niño se encuentra con esto, los padres deben darle formas de resolver este problema, ayudarlo a resolverlo, y si intenta hacerlo él mismo, bueno, eso es normal. Si se equivoca, entonces podemos corregirlo, ¿quién no se equivoca?

En este caso, un padre sólo puede corregir a sus propios hijos. No está obligado y ni siquiera tiene derecho a corregir a los extraños.

SOBRE LA VIDA ESPIRITUAL DE UN CRISTIANO

ÉTICA CRISTIANA

1 - El propósito de la vida cristiana.

El objetivo de la vida cristiana - unión con Dios y con otras personas a semejanza de la Trinidad, consustancialidad - se puede lograr a través de la comunión con la vida del Señor Jesucristo. Debemos ser injertados en Él como sarmientos en la vid (Juan 15:4-9). Esto se logra por el poder del Espíritu Santo, por eso podemos decir que la meta de la vida cristiana es la adquisición del Espíritu Santo o de Sus dones llenos de gracia. Y el mayor de los dones del Espíritu Santo es el amor santo que une a todos, o la inspiración del amor y de la vida santa. Quien ha adquirido el don del amor ya no vive según sus propias inclinaciones y consideraciones, sino según la inspiración de Dios, siendo templo del Espíritu Santo, y puede repetir después del Apóstol “ya no soy yo quien vive”. , pero Cristo vive en mí” (Gálatas 2:20). Tal persona es adoptada por Dios Padre, es un santo, por eso dicen que la meta de la vida cristiana es la santidad.

2 - Revelación Divina. (Sagrada Escritura y Sagrada Tradición).

A través de Su Divina Revelación, Dios mismo nos muestra la meta de la verdadera vida y cómo alcanzarla. La Revelación Divina fue dada a la Iglesia, es decir, a la unión de los pueblos que ya han deseado la unidad con Dios y entre sí. La Iglesia preserva la Revelación Divina, o la experiencia viva de la comunión con Dios, y la transmite a sus miembros. Esto se llama Sagrada Tradición. Entre sus componentes, el más preciado es la Sagrada Escritura, es decir, la Revelación Divina plasmada por escrito por personas especialmente elegidas por Dios para tal fin.

Dominar las Sagradas Escrituras es el primer paso en el camino hacia Dios.

Las Sagradas Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento son un todo, pero para los cristianos la base de todo es el Nuevo Testamento, y sobre todo el Evangelio, que capta la imagen de Jesucristo mismo, revelada en los acontecimientos de su vida. en sus obras y palabras.

La Encarnación y el Descenso del Espíritu Santo sobre la Iglesia tuvieron lugar una vez, lo que determina la unicidad de las Escrituras del Nuevo Testamento. No se les puede añadir ni quitar nada.

La lectura reverente de las Sagradas Escrituras no sólo nos da conocimiento acerca de Dios, sino, en parte, conocimiento de Dios mismo, presentándonos hasta cierto punto a Él, especialmente a través del Evangelio.

La Sagrada Tradición no es un resumen de conocimientos abstractos transmitidos para su memorización. La verdad viva se transmite para que la asimile un corazón vivo. Esto es posible con la ayuda de la gracia, es decir, con una nueva revelación privada de Dios. La verdad divina es siempre la misma, pero la forma de su asimilación cambia dependiendo de la persona que la percibe, así como del tiempo y lugar (época, país) donde se produce la asimilación de la verdad. De ahí la diferencia en oraciones, rituales, sermones, obras teológicas, así como el inevitable cambio en algunas de sus formas.

3 - Composición de la Sagrada Tradición.

La Santa Tradición puede incluir, además de las Sagradas Escrituras, cualquier palabra escrita y oral ofrecida por la Iglesia para la edificación espiritual de los creyentes, así como algunos ritos sagrados. Después de las Sagradas Escrituras, los más importantes son los decretos dogmáticos de los Concilios Ecuménicos y los sacramentos de la Iglesia, los textos y rituales litúrgicos, así como los decretos canónicos, los escritos de los Santos Padres, las obras teológicas y los sermones, pero no todos. tienen el mismo valor y pueden, según la experiencia viva de la Iglesia, adquirir una importancia a veces mayor y a veces menor en la composición de la Sagrada Tradición.

El contenido de la Revelación Divina se puede dividir en cinco partes. 1) Revelación sobre el propio Dios Trinidad y Su vida Divina. 2) La enseñanza sobre Dios, el Creador del mundo, sobre la creación del mundo y del hombre, sobre su destino y la Caída. 3) Sobre Dios encarnado y sobre el Espíritu Santo actuando en el mundo, es decir, la enseñanza sobre la obra de salvar a la humanidad. 4) De la Iglesia y de los santos sacramentos. Esta ya es una transición a la enseñanza moral. Y, finalmente, 5) la doctrina de la vida espiritual o moral de una persona (ética).

Es mejor dividir esta última parte, a su vez, en tres secciones: 1ª, sobre las imágenes de la vida verdadera y justa de una persona; 2º, sobre los obstáculos a una vida verdaderamente cristiana, es decir, sobre las pasiones y los pecados; 3º, sobre los medios para vencer el mal y adquirir una vida llena de gracia.

5 - Enseñanza dogmática y moral de la Iglesia.

De la Revelación Divina sobre Dios mismo, sobre el mundo y el hombre, plasmada en los dogmas de la Iglesia, aprendemos que Dios es amor (1 Juan 4:16), y esto nos permite ver la destructividad del mal y tomar la decisión correcta. entre la luz y la oscuridad. Pero además de estas verdades, que son el tema de la teología dogmática, la revelación divina también nos enseña exactamente cómo ir hacia la luz, que es el tema de la teología moral.

6- Leyes básicas de la vida espiritual humana y su revelación en el Antiguo Testamento.

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y ​​con toda tu mente, y con todas tus fuerzas” y “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:30-31). Estas dos leyes básicas de la vida humana “en espíritu y en verdad”, expresadas en forma de consejos o mandamientos, ya están indicadas en el Antiguo Testamento, donde su significado se revela en la imagen de personas que intentaron vivir según ellas. Pero en el Antiguo Testamento, sólo los hijos del pueblo elegido eran considerados vecinos. Un ideal moral tan limitado es inaceptable para los cristianos que conocen la universalidad del amor divino. Pero no debemos olvidar que el Antiguo Testamento sólo preparó el Nuevo Testamento, e Israel no fue sólo una nación más, sino que fue una escuela de fidelidad a Dios, el pueblo de Dios, la Iglesia del Antiguo Testamento, es decir, el germen de la Nuevo Testamento, Iglesia universal.

Las imágenes de algunos justos del Antiguo Testamento son tan hermosas que son prototipos del Señor mismo. Por ejemplo, los inocentes y mansos Abel, Isaac, José, Job o Moisés son el líder y maestro de su pueblo, que se dedicó por completo a servirlo, como prototipo del ministerio salvador de Cristo para todos los pueblos.

Pero el Antiguo Testamento también contiene ejemplos de apostasía de Dios e imágenes de personas y acciones malas. Tal es, por ejemplo, la historia de Caín y Abel, en la que “la matanza del hombre por el hombre” (que no se encuentra en ninguna religión antigua) está marcada con una fuerza sobrehumana.

La enseñanza revelada del Antiguo Testamento sobre la vida espiritual del hombre se revela en muchos mandamientos, entre los cuales los Diez Mandamientos de Moisés o el Decálogo conservan su significado para los cristianos. Los primeros cuatro revelan el mandamiento del amor a Dios, y el resto, del amor al hombre. La mayoría de ellos tienen una forma negativa de prohibiciones, que indican los principales obstáculos en el camino hacia una vida piadosa.

8 - Primer y segundo mandamiento.

El primer mandamiento proclama la verdad principal de que hay un solo Dios: “Yo soy tu Dios, y no tendrás otros dioses fuera de mí”.

El segundo mandamiento explica el primero: “No te harás imágenes de cosa alguna, ni en el cielo, ni en la tierra, ni en el agua; no las adorarás ni las servirás”. Esta es una advertencia contra la adoración pagana de dioses falsos. Mientras tanto, todavía hoy hay idólatras, además, entre aquellos que no se consideran tales, e incluso entre los cristianos. Son todos aquellos que reconocen algún valor relativo como el más alto, considerando, por ejemplo, que lo más importante es el triunfo de su pueblo, o de su raza, o de su clase (chovinismo, racismo, comunismo). Un idólatra y alguien que sacrifica todo por el dinero, por la gloria personal, por el vino u otros placeres. Todo esto es traición a Dios, sustitución de una meta falsa por una meta verdadera, subordinación del todo a lo particular y de lo superior a lo inferior. Se trata de una perversión de la vida, la enfermedad, la fealdad y el pecado, que conduce a la desintegración de la personalidad del propio idólatra y, a menudo, a la muerte de otras personas. En vista de esto, el segundo mandamiento puede entenderse como una advertencia contra todo pecado en general.

9 - El tercer mandamiento.

El tercer mandamiento: “No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano” protege la base de nuestra comunicación con Dios: la oración. Con Su Palabra Dios creó el mundo. El Verbo de Dios, encarnado, se convirtió en nuestro Salvador. Por eso, nuestra palabra (al fin y al cabo, somos imagen de Dios) tiene un gran poder. Debemos pronunciar cuidadosamente cada palabra, y especialmente el Nombre de Dios, revelado a nosotros por Dios mismo. Puedes usarlo sólo para oración, bendición y enseñanza de la verdad. Al pronunciar el Nombre de Dios en vano, dejamos de usarlo como debería y debilitamos nuestra capacidad de comunicarnos con Dios. El Señor Jesucristo también nos advierte contra las malas palabras (Mateo 5:34-37). La blasfemia, la murmuración contra Dios, la blasfemia y la deificación son especialmente dañinas para los humanos. Pero cada palabra malvada o falsa tiene un poder destructivo: puede destruir amistades, familias e incluso estados enteros. El apóstol Santiago escribe con especial fuerza sobre la necesidad de refrenar la lengua en el capítulo 3 de su carta. Si Dios y Su Palabra son Verdad y Vida Misma, entonces el diablo y su palabra son mentira y fuente de muerte. El Señor dijo que el diablo es homicida desde el principio, mentiroso y padre de la mentira (Juan 8:44).

10 - El cuarto mandamiento.

“Acordaos del sábado para santificarlo. Trabaja seis días y entrega el séptimo día al Señor tu Dios”. Este es un recordatorio de que nuestras obras son el camino hacia Dios, fuera de quien no hay paz. En el Antiguo Testamento, el sábado era una imagen del descanso de Dios después de la creación del mundo o, en otras palabras. Su vida interior-divina y, por tanto, la imagen de la vida espiritual (contemplativa) más elevada del hombre, a la que el reposo sabático lo llamaba y lo acostumbraba. Para los cristianos, el Día del Señor es un día dominical, un día de oración, un día de asimilación de la Palabra de Dios y de la Eucaristía. Los primeros cristianos eran excomulgados de la Iglesia si no comulgaban dos domingos seguidos.

Cristo reforzó su enseñanza sobre la inseparabilidad del amor a Dios y al hombre curando a los enfermos en el día de Dios, el sábado. Ahora bien, el signo de nuestro amor inseparable a Dios y al hombre es, ante todo, la participación en la Eucaristía: nos da la fuerza para hacer el bien. Por eso, todos los domingos y festivos celebramos la liturgia.

11 - El quinto mandamiento.

“Honra a tu padre y a tu madre, te irá bien y vivirás muchos años”: esto no es solo un llamado a amar a tus padres, sino también una indicación de la base del amor por cada persona. Para aprender a amar a todos, primero debemos amar a los que están más cerca de nosotros (1 Tim. 5:8). El prototipo del amor perfecto es el amor del Señor Jesucristo por Su Padre Celestial. La unidad de todo aquello a lo que las personas están llamadas comienza en la familia cristiana. Honrar a los padres y prestar atención a sus consejos es la base de la cultura. La falta de respeto hacia ellos (que está personificada por el segundo hijo de Noé, Cam) es el comienzo del colapso de cualquier sociedad humana y el alejamiento de la Iglesia.

12 - El sexto mandamiento.

“No matarás” es el mandamiento principal, ya que el asesinato es el extremo opuesto del amor. Amar significa desear la plenitud de todo bien para el amado y, sobre todo, la plenitud de la vida y, por tanto, la existencia eterna. El asesinato es también suicidio, ya que destruye la base de la vida -el amor- en el corazón de la persona que mata.

Pero el suicidio directo es el pecado más grave. Implica la negación de toda confianza en Dios y esperanza en Él, así como la negación de la posibilidad del arrepentimiento. Esto es una impiedad práctica y lo más antinatural que una persona puede hacer. Los métodos de asesinato y suicidio son innumerables, sobre todo si se tiene en cuenta el asesinato indirecto. Se puede matar no sólo con armas y manos, sino también con palabras y silencio, con una mirada y con la desgana de mirar. Al final, todo pecado, como violación de las leyes de la vida verdadera, es un asesinato indirecto. Asesinato es también la falta de voluntad para proteger o salvar a otro. La defensa puede requerir no sólo el autosacrificio, sino también la violencia y, a veces, incluso el asesinato. Esto justifica, en gran medida, que un guerrero mate en la guerra, pero si no mata por odio o por sed de sangre. Pero esto no siempre justifica la guerra, que en sí misma es mala. La principal responsabilidad de la guerra recae en los gobernantes y líderes de los pueblos. La política y los métodos de hacer la guerra están sujetos a una evaluación moral, que en nuestra época se olvida cada vez más.

13 - El séptimo mandamiento.

Una violación directa del mandamiento “no cometerás adulterio” es cualquier unión extramatrimonial entre un hombre y una mujer, pero cualquier exceso sensual y cualquier acción que conduzca a ello se considera una violación del mismo. En un matrimonio cristiano, donde la vida familiar está determinada por relaciones personales llenas de profundo amor, esto no viola la armonía espiritual. Fuera del matrimonio, la manifestación del instinto ancestral fácilmente queda aislada en una esfera independiente, lo que destruye la integridad de la personalidad humana. Esto es tanto más peligroso cuanto que todos los elevados impulsos creativos de una persona están estrechamente relacionados con su vida familiar. La templanza aumenta las fuerzas espirituales, y el libertinaje las debilita y, muchas veces, conduce a diversas enfermedades, que se reflejan en la descendencia del pecador. La vida sexual promiscua provoca desorden en las relaciones con las personas y, a veces, hostilidad violenta. En la lucha contra las tentaciones pecaminosas, especialmente en el área tribal, los esfuerzos compartidos directos no son suficientes. Esto también requiere el cultivo de otros intereses superiores y, por supuesto, la oración y la participación en la vida llena de gracia de la Iglesia y, lo más importante, vivir el amor a Dios y a los hombres.

14 - El octavo, noveno y décimo mandamiento.

El mandamiento “no robarás” advierte contra el pecado, que puede dañar mucho el amor entre las personas. La propiedad es a menudo una condición necesaria para la vida de una persona, asegura su futuro y, a veces, una conexión con el pasado; a menudo es una condición para la creatividad y, a veces, su fruto. Al igual que el nombre, la propiedad puede ser un símbolo de la propia persona. Por tanto, un ladrón puede tocar aspectos muy profundos de la personalidad del robado, causándole un verdadero daño moral. Sin embargo, no se puede conceder una importancia absoluta a determinados tipos de propiedad, privada o pública. Según las enseñanzas de San Casiano el Romano, la propiedad no es ni buena ni mala, sino algo intermedio que puede volverse buena o mala.

La enseñanza de Cristo no proporciona una base para ningún sistema económico en particular, pero proporciona un criterio sobre cómo juzgar la propiedad en diversos casos. Y este criterio es el bien espiritual de una persona.

Noveno Mandamiento: "No des falso testimonio contra tu amigo", además de exponer el pecado del falso testimonio en el tribunal, los intérpretes de la iglesia lo entienden como una advertencia contra todo pecado de palabra, es decir, se considera una adición al tercer mandamiento. .

Décimo Mandamiento advierte contra la envidia y el deseo del bien ajeno, es decir, contra el mal interior, que es causa del mal exterior. En este sentido, el décimo mandamiento es similar a los mandamientos del Nuevo Testamento.

15 - Sobre la enseñanza moral del Nuevo Testamento en comparación con la enseñanza del Antiguo Testamento.

En los mandamientos del Antiguo Testamento sobre el amor a Dios y al prójimo ya se daba una revelación sobre la base de la vida verdadera, pero su contenido interno apenas se revela. El decálogo, por ejemplo, indica sólo lo que es contrario al amor, y aún más a los frutos del mal. En el Nuevo Testamento, la verdadera vida se revela plenamente como perfecto amor Divino. Ella apareció en la persona del Señor Jesucristo, Dios mismo, que se hizo hombre, en Su vida y en Su enseñanza, y luego, después de Pentecostés, por el poder del Espíritu Santo en los corazones de los cristianos.

16 - Sobre las obras de Cristo, sobre sus milagros.

La vida del Señor Jesucristo, Su hazaña redentora y Su triunfo se discutieron anteriormente, pero las enseñanzas de Cristo y Sus milagros, que Él llamó Sus “obras”, brindan imágenes de la verdadera vida en el camino del hombre. Los milagros de Cristo dan testimonio de la perfección y el poder del amor divino, que libera al hombre del mal y le concede la plenitud de todo bien. Así, al convertir el agua en vino en las bodas de Caná de Galilea, el Señor aumentó el gozo; expulsando demonios, sanando a los enfermos, resucitando a los muertos, libró del sufrimiento y de las dolorosas consecuencias del pecado. En milagros sobre la naturaleza: domar una tormenta, caminar sobre el agua, multiplicar los panes, el Señor también mostró su amor, restaurando el amor del hombre. poder sobre los elementos, perdido después de la Caída. Pero, además, el Señor resucitó las almas muertas por el pecado, medio por el cual, junto con Su palabra, fueron todos los demás milagros. A través de ellos, el Señor fortaleció el amor de las personas por Él y la fe en Él, es decir, aquellas fuerzas sin las cuales el alma está muerta. El Señor se negó a realizar milagros que asombrarían la imaginación y obligarían a creer, pero obró milagros, notando la fe que ya había surgido, demostrando así que Él no obliga, sino que llama al bien. Realizados por el poder del Espíritu Santo, es decir, por el poder del amor divino, los milagros de Cristo no excedieron las capacidades de la naturaleza humana, y el Señor dio el poder de los milagros a sus seguidores.

Finalmente, habiendo establecido los santos sacramentos, el Señor dio a las personas la oportunidad, después de la venida del Espíritu Santo, de ser siempre testigos y partícipes de sus milagros. Los sacramentos de la Iglesia son la obra milagrosa continua de Cristo. En el sacramento de la Eucaristía encontramos todo lo que el Señor concedió a las personas durante Su vida terrena: el poder del espíritu sobre la materia, la expulsión de los espíritus malignos, la curación del alma y del cuerpo y la garantía de nuestra resurrección en gloria.

Así, los milagros de Cristo son para nosotros la llamada de Dios a la misericordia, a la esperanza, a la fe y al amor. No menos que las palabras del Señor, nos enseñan lo que debemos hacer para llegar a ser partícipes de la vida eterna.

17 - La llamada de Cristo al amor con ejemplos de amor.

El amor es siempre un acto libre; por lo tanto, uno no puede imponer el amor. Sólo puedes pedir amor. Puedes encender el amor, pero sólo con tu amor. Todo lo que necesitamos saber sobre el amor, la mayoría de las veces el Señor lo revela en imágenes, y las imágenes no son mandamientos, sino llamados. La imagen más grande del amor y del llamado a él es el Señor mismo. Los milagros de Cristo fueron imágenes de amor perfecto, pero sus palabras fueron más a menudo figurativas. : El Señor Jesucristo constantemente se dirige a nosotros en parábolas.

18 - Parábolas sobre el Padre Celestial.

Llamándonos a ser “perfectos, como el Padre celestial es perfecto” (Mat. 5:48), quien ordena que el sol salga sobre malos y buenos y envía la lluvia sobre justos e injustos (Mat. 5:45 ), el Señor en Sus parábolas nos da ante todo una imagen del amor Divino de Su Padre. Tal revelación del amor del Padre Celestial es, por ejemplo, la parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11-32); revela que Dios está listo, al primer movimiento arrepentido del alma, para reavivarla y bendecirla completamente. Esta parábola también nos muestra que el amor no es sólo compasión, sino también regocijo.

El Señor también habla de la misericordia del Padre Celestial en la parábola del juez injusto (Lucas 18:1-8), del hijo que pide pan y pescado (Mateo 7:9-11), del viñador que sacrifica su Hijo (Mateo 21, 33-41; Marcos 12:1-12; Lucas 20:9-19). La misericordia del Padre se revela en la parábola de los trabajadores contratados en diferentes momentos y recibiendo el mismo salario (Mateo 20: 1-16). Todas estas parábolas son un llamado a conocer el amor perfecto del Padre Celestial y a participar de su poder y bienaventuranza.

19 - Parábolas sobre el Salvador mismo.

En otras parábolas el Señor habla de sí mismo. Así, en la parábola de las vírgenes prudentes y insensatas (Mateo 25:1-13), Cristo se revela como el Portador del sumo gozo. Esposo de la Iglesia y de cada alma. En la parábola del Buen Pastor (Juan 10,1-16), el Señor habla de su sacrificio salvador por todos, de su preocupación por la unidad de la Iglesia y de sí mismo como la única puerta por la que es posible entrar. el reino de la vida abundante. En la parábola de la oveja descarriada, el Señor enseña que un alma humana tiene para Él el mismo valor que todas las almas juntas. El significado de esta parábola es especialmente importante que lo comprendan los pastores de la Iglesia, ya que están llamados a ser un ejemplo vivo del amor de Cristo.

La parábola del Juicio Final (Mateo 25:31-46) es de particular importancia. Contiene la enseñanza del Señor como Juez de todas las personas, y que el mundo es juzgado por el amor. La principal justificación de una persona está en los frutos de su misericordia y en el deseo de ella. La parábola señala los principales signos del amor compasivo: alimentar al hambriento, dar de beber al sediento, visitar al enfermo y al preso. El Señor, por su amor inconmensurable, se identificó con cada persona, por eso, al agradar o, por el contrario, ofender al prójimo, nosotros le agradamos u ofendemos a Él mismo. Quien ama a su prójimo, lo sepa o no, ama a Dios mismo, ya que amar significa ver en el amado algo infinitamente valioso, la imagen de Dios. Pero llegará el momento en que la persona aprenda que habiendo amado, teniendo piedad del prójimo, ha encontrado a Dios, porque Dios es amor; y habiendo pasado junto al que sufría, rechazó al Señor mismo. Cada encuentro que tenemos con el prójimo, especialmente con el que sufre el fracaso y el sufrimiento, es para nosotros el comienzo del Juicio Final. Quien comprenda esto puede esperar con esperanza el veredicto final.

El Señor Jesucristo también nos enseña que sin Él no podemos hacer nada verdaderamente bueno, y que la vida cristiana no es una simple cadena de buenas obras, no sólo filantropía, sino un constante ascenso a Dios; y en este ascenso Él siempre viene con nosotros y nos ayuda.

20 - Parábolas sobre el Reino de Dios, sobre la Iglesia y la gracia.

El Evangelio es la buena noticia del Reino de Dios. El Señor enseñó sobre él sobre todo, porque vino a establecer este Reino y llamó a entrar en él. El Reino de Dios es el Reino de Cristo, pero también es la Casa del Padre, así como el Reino de la gracia y el reino del Espíritu Santo.

Las primicias del Reino de Dios en la tierra es la Iglesia de Cristo. Pero el Señor habita principalmente en el corazón de las personas, por eso el Reino de Dios no es sólo la Iglesia que está entre nosotros, sino también el Espíritu de Dios que habita en un corazón puro. En ambos sentidos, el Reino de Dios es el valor más elevado. En Sus parábolas, el Señor lo llama tesoro escondido en el campo (Mateo 13:44), por el cual no puedes evitar renunciar a todo lo que tienes; una perla de gran precio, que vale todas las demás posesiones (Mat. 13:45); una casa construida sobre roca y que nada puede derribar (Mateo 7:24).

Los santos que son dignos de ascender a los niveles más altos de la vida espiritual dan testimonio unánime de los más elevados dones de la gracia que superan todos los demás valores. Afirman que nada en el mundo merece la cercanía de Dios. Pero también los pecadores experimentan a veces, por ejemplo, después de la Comunión o ante una acción noble, un sentimiento incomparable de alegría y ternura. Para muchos, la experiencia más elevada es la liberación del pecado y la pacificación de la conciencia.

En las parábolas sobre la semilla de mostaza (Mateo 13:31; Marcos 4:31), sobre la levadura (Mateo 13:33) o sobre la semilla arrojada a la tierra (Marcos 4:26), el Señor avanza hacia animar a la gente, indica cuán discretamente se producirá el crecimiento de la Iglesia, y en ella el crecimiento espiritual del hombre.

21 - Parábolas sobre el comportamiento humano.

Finalmente, en algunas parábolas, el Señor da imágenes del comportamiento humano correcto e inadecuado. En ellos todo lo que está de acuerdo con la voluntad de Dios brilla con celestial belleza, y todo lo que no es propio es repelido.

Tales ejemplos se dan en las parábolas del publicano y el fariseo (Lucas 18:10), el hijo pródigo (Lucas 15:11), el buen samaritano (Lucas 10:30) y el rey y el siervo malo (Mateo 18). :23 ), sobre el rico y el mendigo Lázaro (Lucas 16:19), sobre dos deudores (Lucas 7:40), sobre dos hijos (Mateo 21:28), sobre una perra y una viga en el ojo. (Mateo 7:3; Lucas 6:41) y algunos otros.

22 - La enseñanza del Señor sobre las causas del pecado.

Además de parábolas. El Señor enseñó con palabras directas tanto sobre el Padre Celestial, sobre Él mismo y el Espíritu Santo, como sobre la vida espiritual del hombre. Porque no vino para abrogar, sino para cumplir la ley (Mateo 5:17).

La ley del Antiguo Testamento advertía, principalmente, contra las manifestaciones externas del mal y sus frutos, pero el Señor señaló las raíces mismas del pecado. Así, el sexto mandamiento del decálogo dice: “No matarás”, y el Señor Jesús. Cristo dice: No os enojéis, no os venguéis, perdonad, no condenéis y ni siquiera juzguéis. ; “No cometerás adulterio”, y el Señor explica que cualquiera que mira a una mujer con lujuria, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón (Mateo 5:28). Así, el Señor nos reveló que el pecado se origina en nuestro corazón, y por eso debemos comenzar la lucha contra el pecado limpiando el corazón de malos deseos y pensamientos, ya que “del corazón salen los malos pensamientos, el homicidio, el adulterio, la fornicación, robo, falso testimonio.”, blasfemia. Esto contamina al hombre” (Mateo 15:19).

23 - Sobre la aparición del pecado y la lucha contra él.

Siguiendo el mandamiento del Señor sobre la necesidad de limpiar el corazón de las malas disposiciones y basándose en su propia experiencia de lucha espiritual, los santos Apóstoles, y después de ellos los santos Padres, desarrollaron una enseñanza detallada sobre cómo se origina el pecado y cómo combatirlo.

Primero aparece la idea pecaminosa. Esto no es un pecado, sino una tentación. Si una persona comienza a mirar con simpatía esta idea, esto ya es el comienzo del pecado. De frenar una idea pecaminosa, aparece un sentimiento pecaminoso y un placer en ella. Finalmente, la voluntad también se inclina al pecado y el hombre lo comete por el hecho mismo. Una vez cometido, un pecado se repite fácilmente y la repetición provoca un hábito pecaminoso, y luego la persona se encuentra en poder de tal o cual vicio o pasión.

La forma más fácil de derrotar al mal es luchar contra él desde el principio, cuando apenas está surgiendo, cuando aparece una mala idea. Cuanto más avanzas, más difícil se vuelve la lucha. La lucha contra la pasión, el vicio o la mala costumbre es muy difícil. Pero para ahuyentar los malos pensamientos desde el principio, es necesario poder comprenderlos, aprender a estar atento a uno mismo y conocerse a sí mismo. Habiendo reconocido un mal pensamiento, debes cortarlo, es decir, trasladar tu atención a un tema superior. No es facil. Es mejor orar inmediatamente a Dios cuando aparece un mal pensamiento (ya sea un pensamiento de malicia, resentimiento, envidia, avaricia o lujuria sensual), pidiéndole que ahuyente la tentación.

Más que otras oraciones, los Padres de la Iglesia aconsejan decir la Oración de Jesús: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”. Quien hace esto aprende, poco a poco, a controlarse y luego adquiere un estado de alma constantemente pacífico y alegre. Los Santos Padres llaman al trabajo sobre la estructura del alma "la ciencia de las ciencias" y "el arte de las artes", y sin ello no hay verdadera vida cristiana. San Hesiquio de Jerusalén dice: “si un hombre no hace la voluntad de Dios dentro de su corazón, tampoco podrá cumplirla fuera” (2º tomo Bueno. § 86).

24 - Sobre el amor a los enemigos.

El Señor Jesucristo no sólo pidió la purificación del corazón, sino que también enseñó un nuevo comportamiento externo. Enseñó a no vengarse de los ofensores y a ceder ante los acosadores: “No resistáis al mal. Pero al que te golpee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera demandarte y quitarte la camisa, entrégale también tu ropa exterior; Al que te pida, dale, y no le des la espalda al que quiere pedirte prestado (Mateo 5:39-40.42).

Además, el Señor llama a amar a vuestros enemigos: “amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen” (Mateo 5:44). El Señor llamó a la perfección a los hombres, sabiendo que el amor no se divide: quien ama a unos y alberga ira hacia los demás no tiene un verdadero amor integral, y el amor a los amigos puede pronto convertirse en enemistad. No es así con Dios: Él es total y siempre amor: “Hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:45).

25 - Sobre el perdón y el no juzgar al prójimo.

El obstáculo para el amor perfecto no es sólo la ira directa y la incapacidad de perdonar los insultos, sino también la simple condena. "No juzguéis para que no seáis juzgados. ¿Y por qué miras la paja en el ojo de tu hermano, pero no sientes la viga en el tuyo? Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claramente para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Mateo 7:1-5).

El juicio y especialmente la condenación son ya ese tronco que nos impide ver la imagen de Dios en otra persona y amarla. El Señor señaló repetidamente que el pecado no es más que una enfermedad, y que Él vino a sanar a los pecadores: “No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos; No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Mateo 9:12-13). El Señor mismo mostró los más altos ejemplos de perdón y de negativa a juzgar y condenar: en la cruz oró por quienes lo crucificaban; y antes - No condenó a la mujer sorprendida en adulterio; No condenó por el exceso de amor, pero es precisamente este tipo de amor el que avergüenza, quema y purifica con su luz.

“¿Quién me puso por juez y por divisor entre vosotros?” (Lucas 12:14), dijo el Señor. Y nuevamente: “Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:17) y “Yo no he venido a juzgar”. paz, sino para salvar al mundo” (Juan 12:47).

Sin embargo, en otra ocasión el Señor no niega que el juicio final le pertenece a Él: “El Padre dio todo el juicio al Hijo” (Juan 5:22), pero explica que “el juicio es que la luz vino al mundo, pero la gente amaba más las tinieblas que la luz” (Juan 3:19), y la luz es el Señor mismo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue... tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12; 9:5).

Por eso nosotros, siguiendo a Cristo, debemos brillar con amor, con la luz del perdón. Sólo esta luz puede ser nuestro juicio. Quien pierde el amor despejado y que todo lo perdona se ve privado del poder que protege al mundo de la decadencia. “Vosotros sois la sal de la tierra”, dice Cristo, pero si la sal pierde su poder (amor), ya no sirve para nada” y, además, “vosotros sois la luz del mundo, por eso dejad que vuestra luz brille”. delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:13-16).

26 - Sobre los peligros de la riqueza.

El Señor advierte no sólo contra el mal directo, sino también contra todo lo que pueda distraernos de Dios: contra el entretenimiento y las preocupaciones excesivas. Así, el Señor muestra cómo el rico, entregado a los placeres, ni siquiera se da cuenta del mendigo Lázaro que sufre a su lado. “No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis, ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis... Vuestro Padre celestial sabe que necesitáis todo esto. Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que no os preocupéis por el mañana, porque el mañana se preocupará de sus propias cosas: para cada día basta su propia preocupación” (Mateo 6:25-34). Esto, por supuesto, no es un llamado a la ociosidad y al descuido, sino una advertencia contra una preocupación excesiva por el futuro, que puede no existir. Sólo el presente nos pertenece y, mientras tanto, una persona a menudo se inclina a destruirlo por soñar con un futuro equivocado. Tales son, por ejemplo, todos los utópicos que, ya sea en aras de un futuro sistema social supuestamente mejor, o en aras del triunfo de su raza, sin detenerse en los asesinatos en masa y otras violencias, destruyen el presente. Este utopismo suele utilizar la fórmula “el fin justifica los medios”. Pero incluso en la vida privada la gente lucha por el futuro, pisoteando el presente. Es especialmente peligroso si esta búsqueda está impulsada por el interés propio. “El tiempo es oro” es otra de las fórmulas que utilizan estos amantes del futuro. Esta fórmula en sí misma expone suficientemente la pecaminosidad de quienes la aceptan. El dinero es siempre sólo un medio, no un valor ni una meta. El que idolatra el dinero, es decir, los medios, niega metas y valores reales. Cada momento del tiempo puede convertirse en un valor real si no sirve sólo como un medio para el siguiente y si estamos directamente dispuestos a dedicarlo a algo valioso. Esto es posible si vivimos no sólo en el futuro, sino también en el presente, y si sabemos no sólo actuar, sino también contemplar. Sólo a través del presente y a través de la atención a él se puede alcanzar lo eterno. Y a Dios sólo se le puede encontrar en el momento presente, y no en sueños del futuro. Mientras tanto, la civilización de nuestra era, con su tecnología y su ritmo de vida acelerado, casi priva a la persona de la oportunidad de vivir en el presente, de contemplar, orar y encontrarse con Dios. El Señor advierte contra este peligro en la parábola del hombre rico que decidió derribar sus graneros para construir otros nuevos, sin saber que moriría esa noche siguiente (Lucas 12:16-21). Hablando del peligro de una preocupación excesiva, el Señor también advierte contra la riqueza en general: “No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mat. 6:24), e incluso “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios” (Mateo 19:24). Confundidos por estas palabras, los Apóstoles preguntaron al Señor: “¿Quién podrá salvarse?” (Mateo 19:25)

27 - Sobre el significado y naturaleza de los mandamientos evangélicos.

La pregunta de los discípulos de Cristo: “¿Quién podrá salvarse?” - es un estremecimiento de debilidad humana ante la absolutidad de la llamada evangélica. Quienes escuchan el llamado pueden hacer una pregunta similar: “Amad a vuestros enemigos” (Lucas 6:27). ¿Cómo amar cuando no hay amor? ¿Quién puede salvarse? La respuesta del Señor elimina todas las dudas y contiene todo el poder y todo el significado de la enseñanza moral de Cristo: “Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible” (Mateo 19:26). Todos los mandamientos del Evangelio, y especialmente el mandamiento del amor, no son mandamientos, sino llamadas. En respuesta a un llamado, una persona puede buscar el amor, pero Dios mismo da el amor mismo. El amor es el don más elevado del Espíritu Santo, pero Dios no rechaza este don; “Si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos”, dice el Señor, “cuánto más el Padre Celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan” (Lucas 11:13). Dios mismo es amor. Lo que se requiere de una persona, en primer lugar, es eliminar todo lo que interfiere con el amor, y esto está en el poder de una persona, así como está en el poder de una persona pedirle a Dios y orar. Una persona tiene el poder de hacer aún más: tratar de actuar como si ya amara. Esto es precisamente lo que el Señor ordenó: “Lo que quieras que te hagan a ti, hazlo así; porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 7:12).

28 - Sobre la vida llena de gracia.

Aunque los mandamientos de Cristo, y entre ellos los principales sobre el amor a Dios y a las personas, no son mandamientos, sino... llamados, sin embargo son las leyes básicas de la vida espiritual del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios. Fuera del amor no hay vida verdadera, sino sólo muerte, tormento infernal y vacío. Por tanto, la impracticabilidad de las llamadas evangélicas es sólo imaginaria. El Señor mismo cumple Sus mandamientos, por ejemplo sobre el amor a los enemigos, para nosotros con Su poder misericordioso, sin embargo, no sin nosotros, sino esperando de nosotros solo lo que está en nuestro poder. El amor de una persona por Dios nunca deja de ser correspondido. Ésta es la ley de la vida humana: vivir siempre con Dios.

La vida cristiana no es en absoluto sólo un comportamiento respetable que corresponde a reglas externas, llevado a cabo por miedo al castigo, especialmente a los crueles más allá de la tumba. Esta es verdaderamente una vida divina-humana, junto con Dios, similar a una unión matrimonial. Pregunta el hombre. Dios responde; la persona está de duelo. Dios consuela; la persona se equivoca. Dios muestra el camino.

La vida cristiana es una vida de gracia, y ésta es su diferencia fundamental con cualquier vida, incluso una muy moral, fuera de la Iglesia. Por eso el Señor dice: “Mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mateo 11:30).

29 - El camino angosto del cristiano. Llevando la cruz. Muerte y resurrección con Cristo.

El yugo de Cristo es verdaderamente bueno y su carga es verdaderamente ligera. En ellos se esconde la bienaventuranza del amor siempre libre, pero, debido a la depravación pecaminosa del hombre, un camino difícil y estrecho conduce al Reino de Dios. Es necesario renunciar no sólo a todo mal, vano entretenimiento y preocupaciones, sino a veces también a todos tus bienes: “si quieres ser perfecto, ve, vende tus bienes y dáselo a los pobres; y tendréis tesoro en el cielo” (Mateo 19:21). El Señor también habla de grandes sacrificios: “Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14,26). ).

¿Cómo podemos entender esto cuando el Señor mismo llama a honrar a los padres (Mateo 19:19)? Estas palabras significan que el amor a los seres queridos no debe interferir con el amor a Dios o, de lo contrario, no debe ser egoísta. Debemos amar a las personas por sí mismas y no por el beneficio o el placer que nos brindan, para que los seres queridos no resulten ser solo un medio de autogratificación. Un amor así no es duradero y se aleja de Dios.

El Señor finalmente espera que una persona renuncie completamente a todo y a sí mismo; esto es la co-crucifixión con Cristo. “Cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:33), dice Cristo; y nuevamente: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Lucas 9:23; Marcos 8:34).

Pero todos estos sacrificios en sí mismos no tienen valor; son sólo el camino hacia el bien supremo: el amor. El apóstol Pablo escribe: “Si doy todos mis bienes y entrego mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor. tengo, de nada me sirve” (1 Cor. 13:3).

La necesidad de una completa abnegación surge del hecho de que el pecado que nos alejó de Dios es la autoafirmación extrema, el autoaislamiento y el egoísmo. Para volver a aceptar a Dios en ti, debes abrir completamente las puertas de tu corazón.

30 - Dios acepta nuestros sacrificios.

Pero Dios acepta todos los sacrificios sinceros y humildes hechos por el bien de Su Reino. “En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o hermanas, o esposa, o hijos por el reino de Dios, y no reciba mucho más en este tiempo y en la era venidera. ven, vida eterna” (Lucas 18, 29-30).

Según la explicación de los Santos Padres, las palabras del Señor “en este tiempo” significan que ya en esta vida un cristiano debe sentir claramente el gozo de la gracia, de lo contrario no lo encontrará en el próximo siglo. De hecho, las personas santas en esta vida no sólo fueron liberadas de la violencia del pecado, sino que también fueron llenas de gozo y luz espiritual. Para un ojo puro, todo es puro, y los santos ven a todas las personas y al mundo entero como hermosos, anticipando la bienaventuranza del paraíso. Todo lo que se privaron por causa del Señor les es devuelto en una forma transformada. San Marcos Asceta escribe: “No perderéis nada de lo que habéis dejado al Señor, porque a su tiempo os llegará multiplicado” (Buen vol. 1, A los que se creen justificados por las obras : §50).

31 - Las Bienaventuranzas (Mt. 53-12).

En las Bienaventuranzas, el Señor señala aquellas propiedades espirituales que se necesitan para alcanzar el Reino de Dios. Son a la vez frutos y signos de la verdadera vida; en ellos y a través de ellos, ya en la vida terrena, se anticipa la bienaventuranza de la era futura.

Para crecer en una vida verdaderamente cristiana es necesaria, ante todo, humildad, es decir, la conciencia de los propios pecados y de la propia impotencia para luchar contra ellos sin la ayuda de Dios. El constante estado de arrepentimiento del alma que proviene de esta conciencia es lo que se llama pobreza espiritual; BIENAVENTURADOS LOS POBRES DE ESPÍRITU, PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE DIOS.

Una imagen del estado opuesto de autosatisfacción se captura en la parábola del publicano y el fariseo (Lucas 18:10).

“Mejor es el que ha sentido sus pecados que el que resucita a los muertos mediante la oración”, y “mejor es el que ha sido digno de verse a sí mismo que los que han visto a los ángeles”, dice San Isaac de Siria. Conocerse a uno mismo y a sus pecados conduce al llanto de arrepentimiento, que lava los pecados y trae consuelo. Algunos santos tenían el “don de las lágrimas”, lamentándose constantemente por sus pecados. Cuanta más luz hay en el alma, más claramente una persona ve sus manchas y nota los más mínimos errores. El Señor dijo acerca de tales personas: BIENAVENTURADOS LOS QUE PUEDAN, PORQUE SERÁN CONSOLIDADOS. Entre ellos se incluyen aquellos que lloran por compasión y ternura.

Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra - Los pobres de espíritu y los que lloran su indignidad no condenan a los demás, perdonan las ofensas y se vuelven mansos. Personas así de pacientes y mansas se sienten bien en todas partes; están en casa en todas partes, como herederos. Se llevan bien y a menudo sobreviven a otros, pero su verdadera herencia es la nueva tierra del próximo siglo, donde las partes en conflicto no entrarán.

BIENAVENTURADOS LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA, PORQUE SERÁN SATISFECHOS. - Son, en primer lugar, todos aquellos que quieren que cada uno de sus actos esté de acuerdo con la voluntad de Dios, que tenga sentido y que toda su vida esté iluminada por el sentido más elevado. Estos son también los que quieren que reine la justicia a su alrededor, para que la belleza de la verdad de Cristo triunfe en las relaciones familiares, sociales y estatales. Durante raros períodos históricos de ilustración moral, tanto las naciones individuales como toda la humanidad están en deuda con personas que tenían hambre y sed de verdad.

BIENAVENTURADOS LOS MISERICORDIOSOS, PORQUE ELLOS TENDRAN MISERICORDIA. - El Señor habla de obras de misericordia - frutos del amor compasivo - en la parábola del Juicio Final (Mt. 25, 31-46), Sus milagros atestiguan lo mismo. La caridad es útil, ante todo, a los propios bienhechores: fortalece su amor a la humanidad. “Los pobres os persiguen, esto significa que la misericordia de Dios os persigue”, dijo el padre Juan de Kronstadt. Pero el que sabe perdonar es también misericordioso. El vengativo y vengativo se atormenta; se aprisiona en la prisión de su malicia. Sin reconciliación, no saldrá de esta prisión hasta dar la última mitad (su amor) (Lucas 12:59; Mateo 18:34; 5:26).

BIENAVENTURADOS LOS DE PURO CORAZÓN, PORQUE ELLOS VERÁN A DIOS. - El corazón o espíritu de una persona es la base misma y la profundidad de su personalidad. Todas las valoraciones básicas y cada elección las hace una persona en el corazón; en su corazón toma decisiones de vida. En relación a las valoraciones morales, el corazón es la conciencia, pero la verdad y la belleza también se conocen por el corazón. Hay que tomar en serio las palabras del Señor: “El ojo es la lámpara del cuerpo. Así, si tu ojo está limpio, todo tu cuerpo estará resplandeciente. Mira, pues, la luz que hay en ti. ¿No hay oscuridad? (Mateo 6:22; Lucas 11:34-35). El apóstol Pablo desea a los efesios que Dios “ilumine los ojos de sus corazones” (Efesios 1:18). La depravación del hombre es tan profunda que se extiende hasta el corazón. Quien constantemente cede al pecado deja de distinguir claramente entre el bien y el mal. La purificación del corazón se logra mediante el trabajo de una persona sobre sí misma y termina con la acción de la gracia divina. La pérdida final de la pureza del corazón (o de la visión) es la muerte espiritual; por el contrario, la salvación de una persona es la iluminación del corazón; En su corazón, una persona se encuentra con Dios, porque en el corazón de una persona Dios envía Su Espíritu (Gálatas 4:6), y Cristo habita en los corazones de las personas (Efesios 3:17), poniendo en ellos Su ley ( Hebreos 10:16). Dios, el conocedor del corazón, juzga a las personas por la calidad de su corazón: “Yo soy el que escudriña los corazones y los riñones”, dice el Señor (Apocalipsis 2:23).

BIENAVENTURADOS LOS PACIFICADORES, PORQUE SERÁN LLAMADOS HIJOS DE DIOS. - Es bueno ser manso, pero es aún mejor sembrar paz a tu alrededor. Sin embargo, esto sólo es posible para aquellos que han superado el grado habitual de mansedumbre en sí mismos. El gran santo ruso, San Serafín de Sarov, dijo: “Paz y miles de personas a tu alrededor se salvarán”, y otro justo ruso, el padre Juan de Kronstadt, escribió: “Sin paz y armonía con los demás, no puedes tener paz y armonía con los demás. paz y armonía en ti mismo”. Pero aún así, hacer las paces con los demás no es algo que todos pueden hacer ni en todas partes; y aquellos que toleran el orgullo y la irritabilidad fácilmente arruinarán las cosas.

“Dios no es Dios de desorden, sino de paz” (1 Cor. 14:33), “Él es nuestra paz” (Ef. 2:14), y por lo tanto sólo los pacificadores pueden ser llamados Sus hijos. Apareciendo a los discípulos, el Cristo resucitado les dijo: “La paz esté con vosotros” y ordenó a los Apóstoles que se dirigieran a la gente con el mismo saludo (Mateo 10:12). Los Apóstoles en las Epístolas constantemente se dirigen a sus discípulos con las palabras: “Gracia y paz os sean multiplicadas” (1 Pedro 1:2; 2 Pedro 1:2; Judas 1:2), o simplemente “La paz sea con vosotros”. (3 Juan 15), y nuevamente: “Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Rom. 1:7; 1 Cor. 1:3; 2 Cor. 1:2; Gál. 1: 3; Ef. 1,2; etc.).

Estos saludos apostólicos y las palabras del mismo Señor, especialmente las pronunciadas por Él durante su conversación de despedida, testimonian que la paz de Cristo es don del Espíritu Santo.

BIENAVENTURADOS SEAN CUANDO LES RESPONDAN Y LES PERSECUTEN Y EN CADA MUY INJUSTICIA LES ABUSEN ​​POR MÍ. ALEGRAROS Y SED FELICES, PORQUE GRANDE ES VUESTRA RECOMPENSA EN EL CIELO: ASÍ PERSEGUIERON A LOS PROFETAS QUE FUÉ ANTES DE VOSOTROS.

El sufrimiento por Cristo es la hazaña más elevada del hombre, y la renuncia a Él es la caída más profunda. “Al que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 10:33). Quien renuncia a Cristo renuncia a todo lo verdaderamente humano, puesto que lo verdaderamente humano es la imagen de Dios, resplandeciendo en Cristo en toda su plenitud y pureza. Esto es también una renuncia a uno mismo, a lo mejor de uno mismo, de lo contrario es un suicidio espiritual.

La máxima lealtad al Señor es muerte para Él, y el máximo amor por las personas es muerte para ellas. “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13).

32 - Cristiano ante la muerte.

La muerte es terrible, pero es la medida de todo lo elevado, la medida de la dignidad humana. La voluntad de morir mide el coraje, la lealtad, la esperanza, el amor y la fe. Un verdadero cristiano está dispuesto a aceptar la muerte tanto violenta como ordinaria por enfermedad o vejez. La aceptación de la muerte mide su fe en la Resurrección y en la bondad de Dios. Un cristiano debe tener “memoria mortal”, es decir, no olvidar su mortalidad y el hecho de que el triunfo final de la luz aparecerá sólo después de la resurrección de los muertos. Pero estar preparado para la muerte no significa que la vida terrenal pierda su valor. Al contrario, sigue siendo el bien mayor, y el cristiano está llamado a la plenitud de la vida real, puesto que puede llenar cada momento de ella con la luz del amor de Cristo. Y sólo un verdadero cristiano puede hacer esto.

33 - La plenitud de la vida cristiana. Multiplicación de talentos.

Sólo el florecimiento de todos los poderes espirituales de una persona en la vida terrenal, o el pleno uso de los dones o talentos espirituales, da esperanza de participación y plenitud de vida en el próximo siglo. El Señor enseña sobre esto en la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30) y en la parábola de las minas (Lucas 19:12-27). La forma más fácil para que una persona cumpla su destino es a través de actividades acordes a su vocación. Las vocaciones y los talentos son diferentes. Se trata, en primer lugar, de los dones directos del Espíritu Santo, aquellos carismas en los que eran ricos los primeros cristianos (dones de profecía, de lenguas, de curaciones, etc.). En segundo lugar, se trata de habilidades personales, por ejemplo, elocuencia, organizativas, pedagógicas, artísticas. Son también vocaciones naturales, propias de la edad, el género, el estado civil (por ejemplo: matrimonio, virginidad, paternidad, maternidad). La actividad creativa según la vocación moldea y configura mejor la personalidad de la persona y ayuda a realizar la vocación común a todos los cristianos: construir el Reino de Dios en uno mismo y en el mundo. Todos los talentos, tanto individualmente como en su combinación armoniosa, deben servir a este objetivo principal. Sin esta creatividad básica, realizada con Cristo y en Cristo, toda actividad humana, incluso la vocacional, se distorsiona y se marchita. Así, el arte, no alimentado por el espíritu religioso, se marchita, la construcción del Estado muere, e incluso los asuntos militares, cuando se olvida la verdad de Cristo, preparan la muerte tanto de los vencidos como de los vencedores.

Pero no debemos olvidar que toda vocación es una cruz, que requiere esfuerzo y sacrificio, sin los cuales los talentos no se multiplican. Debemos recordar que el camino de la cruz es el llamado final a la vida del Señor mismo, y que la aceptación final de Su cruz por parte del Señor es la tensión más elevada de la vida, su impulso máximo. “La cruz es la voluntad dispuesta a cualquier dolor”, dice uno de los antiguos Padres. Pero al mismo tiempo, la cruz es también una bendición para toda vocación, y para los fieles seguidores de Cristo no puede separarse de la revelación de sus dones y de la multiplicación de sus talentos. Pero la cruz de cada persona debe ser injertada en la cruz de Cristo. Esto se logra mejor cuando la cruz de cualquier llamado creativo se convierte en un servicio a Dios y a la Iglesia. Entonces, los talentos que se le dan a una persona se multiplican sobre todo.

34 - Hacer la voluntad de Dios

Si en un sentido vital (ontológico) la vida cristiana tiene el objetivo de la deificación, es decir, la unión con Dios, y en Él con otras personas, que es la realización del Reino de Dios, entonces en un sentido moral este objetivo es el cumplimiento. de la voluntad de Dios.

El Señor mismo nos dio un ejemplo de esto y nos lo legó. “Bajé del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del Padre que me envió” (Juan 6:38), dice el Señor sobre sí mismo, y nos advierte: “¡No todo el que me dice es Señor! ¡Dios! El que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos entrará en el reino de los cielos” (Mateo 7:21).

Para hacer la voluntad de Dios es necesario conocerla; y para conocer la Revelación Divina, en la que se revela esta voluntad, es necesario vivir en la Iglesia, ya que la verdad es dada en su totalidad no a una persona individual, sino a la Iglesia. Pero para sus miembros, la voluntad de Dios se revela también a través de instrucciones recibidas personalmente de lo alto.

En la cima de la vida espiritual, un cristiano ya vive bajo la guía directa del Espíritu Santo, guiado por sus constantes sugerencias, discerniendo claramente en su corazón lo que Dios quiere de él. En los niveles inferiores, la guía de Dios ocurre de manera menos perceptible, pero con el crecimiento espiritual se vuelve más discernible; por ejemplo, al escuchar la palabra de Dios, una persona discierne cada vez más lo que en ella se relaciona con las circunstancias de su vida, y al encontrarse con personas, extrae cada vez más de ellas indicaciones de su beneficio espiritual. Así, cuando se encuentra con alguien que está escandalosamente enojado, puede encontrar en ello una advertencia contra el resentimiento y el descontento que se gestan en su interior. Para el crecimiento en la vida espiritual y para un discernimiento cada vez más claro de la voluntad de Dios y su exacto cumplimiento, son adecuados todos los medios que ofrece la Iglesia: participación en los santos sacramentos, lectura de la Palabra de Dios y de libros espirituales, oraciones públicas y privadas. , limpiando tu corazón de pensamientos, limitando tus necesidades naturales (ayuno) y el deseo de cumplir los mandamientos, aunque no hubiera una disposición real para hacerlo. También es necesario tener comunicación personal con personas que viven la vida de iglesia y pedirles consejo espiritual, especialmente de su padre espiritual. Estos consejos deben seguirse, como todo aquello en lo que una persona percibe instrucciones desde arriba. Aún es necesario desarrollar todos vuestros talentos, siguiendo vuestra vocación y orientándolos al servicio de Dios y de los hombres. Entre todos estos medios, la oración tiene una importancia excepcional. Contiene el núcleo mismo de la vida espiritual, que simplemente no existe sin la oración. La oración puede ser privada y pública, y en contenido: petitoria, agradecida y laudatoria. Se ofrecen peticiones para uno mismo y para los demás, tanto para la concesión de beneficios externos como espirituales, especialmente para el perdón de los pecados, para ayuda en la lucha contra las tentaciones y, finalmente, para instrucciones de lo alto sobre cómo actuar. Los paganos oran sobre todo por su suerte y los cristianos oran por cómo actuar de acuerdo con la voluntad de Dios. Dios responde a esa oración, especialmente cuando se trata de otros. La oración por los demás es el camino hacia el amor y el fruto del amor. Aún más elevada es la oración conjunta: “si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, entonces todo lo que pidan será hecho por Mi Padre Celestial. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:19-20).

35 - El Padrenuestro.

Un ejemplo de oración adecuada es el Padrenuestro. Su primera palabra “Padre” nos enseña a orar con amor y confianza en Dios, mientras que la segunda palabra “nuestro” indica que debemos orar por nosotros mismos y por los demás, y mejor, juntos.

“PADRE NUESTRO QUE ESTÁ EN LOS CIELOS”: una referencia al cielo como el asiento de Dios es un recordatorio de la perfección de Dios que sobrepasa todos los conceptos terrenales.

Por esto, uno no puede evitar desear que el mismo nombre de Dios sea santo para todos y que nosotros mismos, glorificándolo con palabras y obras, seamos hijos dignos del Padre Celestial. “TU SANTO NOMBRE”: estas palabras contienen todos nuestros suspiros por la santidad.

La petición “VENGA TU REINO” es una oración para que la santidad de Dios brille en todas partes, que la verdad de Dios triunfe dentro y fuera de nosotros, y que el mundo se convierta en un reino de amor.

Pero el Reino de Dios se revelará en su totalidad en el próximo siglo, después de la resurrección general de entre los muertos, y el acceso a él estará abierto sólo a aquellos que hagan la voluntad de Dios. Y sin la ayuda de Dios no podemos cumplir Su voluntad, de la cual debemos clamar constantemente: “HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO”. La voluntad de Dios debe hacerse de buena gana y con alegría, como la hacen los ángeles y los santos.

Cuando decimos “DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA”, pedimos, ante todo, pan espiritual, es decir, pan eucarístico, purísimo Cuerpo del Señor, del cual Él mismo dijo: “El que come este pan vivirá para siempre”. ” (Juan 6:58). Nuestro pan de cada día es también la Palabra de Dios, de la que se dice: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios” (Lucas 4,4). Finalmente, por pan de cada día debemos entender todo lo necesario para nuestra vida terrenal. Dios, por supuesto, conoce nuestras necesidades, pero la oración de ellos es necesaria para nuestro beneficio: fortalece la fe y limita nuestros deseos; la oración por las necesidades de otras personas nos eleva.

La petición de perdón de los pecados - “Y PERDÓNALES NUESTRA DEUDA, COMO NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES” - debe expresar pobreza espiritual, sin la cual no hay corrección ni crecimiento espiritual. El perdón de los pecados se conoce en la liberación de su poder sobre nosotros. Y la mención de que nosotros también perdonamos es, ante todo, un llamado a perdonar. Explicando esta petición. El Señor mismo dijo: “Si no perdonáis a los hombres sus ofensas, entonces vuestro Padre no os perdonará a vosotros vuestras ofensas” Mat. 6.15).

“NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN”. - Dios no creó el infierno y no puede ser la causa del mal, pero permite que Satanás nos tiente para fortalecer nuestra buena voluntad en la lucha por el bien. El apóstol Santiago escribe: “Bienaventurado el hombre que soporta la tentación, porque, habiendo sido probado, recibirá la corona de la vida, que el Señor ha prometido a los que le aman. Al ser tentado, nadie debe decir: “Dios me está tentando; porque Dios no es tentado por el mal y Él mismo no tienta a nadie. Pero cada uno es tentado, arrastrado y seducido por sus propias concupiscencias” (Santiago 1:12-14).

La tentación, que nos impulsa a luchar contra ella, nos dirige a orar, y Dios escucha esa oración. El Señor Jesucristo, según el Apóstol, “habiendo sido tentado, puede ayudar a los que son tentados (Heb. 2:18). Además, Dios conoce el alcance de nuestras fuerzas y no permite que nadie sea tentado más allá de sus posibilidades. El apóstol Pablo escribe: “Fiel es Dios, que no os permitió ser tentados más de lo que podíais resistir, sino que también con la tentación dará la salida, para que podáis soportar” (1 Cor. 10:13).

La palabra "tentación" en las Sagradas Escrituras y la literatura espiritual denota no sólo la tentación pecaminosa, sino también la prueba del sufrimiento. A través de muchas tribulaciones debemos entrar en el Reino de Dios” (Hechos 14:22).

En la última petición: “PERO LÍBRANOS DEL Maligno”, renunciamos a todo mal y, por tanto, a su portador, Satanás, y prometemos, orando por la ayuda del Todopoderoso, luchar por el bien, como verdaderos guerreros de Dios. ejército.

La doxología final: “PORQUE TUYO ES EL REINO Y EL PODER Y LA GLORIA” da testimonio de nuestra fe en el Dios Trinidad en Personas y en Su indudable triunfo sobre todo mal.

36 - Oración pública y privada.

Además del Padrenuestro, la Iglesia nos ofrece muchas oraciones que forman parte de diversos servicios. Pero la Iglesia también se esfuerza por racionalizar la oración individual y en el hogar, ofreciendo una regla de oración para este propósito. Aunque al utilizar esta regla a los orantes se les da cierta libertad, no se puede descuidar esta regla, así como las instrucciones de los Santos Padres desde la esencia del trabajo de oración en sí. No puedes pensar que puedes orar sin aprender a hacerlo, confiando únicamente en tu propio estado de ánimo. Según los Padres de la Iglesia, la oración es una ciencia o arte; requiere aprendizaje y habilidad. La oración es la base y el centro de la vida cristiana.

37 - Oración de Jesús.

La Iglesia concede una importancia excepcional a la Oración de Jesús: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”. Los monjes deben repetirlo constantemente, y quienes viven en el mundo están invitados a utilizarlo para repeler todo mal movimiento del alma y al realizar cada acto responsable. Esta oración se puede decir en abreviatura; su forma más corta es: “Señor, ten piedad”. Existe una extensa literatura espiritual sobre la esencia de esta oración y su uso, con la que todo cristiano ortodoxo debería, en un grado u otro, familiarizarse.

38 - Sobre la lectura espiritual.

Leer la Palabra de Dios es absolutamente necesario. La Sagrada Escritura es una parte integral del Servicio Divino y la atención a esta lectura en la iglesia es de excepcional importancia para la vida espiritual. Pero es necesario alimentarse de la Palabra de Dios en casa, especialmente cuando las circunstancias no permiten una asistencia frecuente a los servicios religiosos. Una herramienta para percibir la Palabra de Dios en la iglesia es el sermón del clero, y en casa, la lectura de los escritos de los santos padres y Maestros de la Iglesia.

La Sagrada Escritura nos revela la verdadera vida Divina, y los Santos Padres nos enseñan exactamente cómo, en diversas circunstancias, podemos percibir esta verdadera vida y vivirla. Es útil combinar la lectura religiosa con la oración, o acompañar la oración con dicha lectura.

39 - Culto ortodoxo.

La vida en la Iglesia Ortodoxa es un todo inseparable: es la vida antrópica y el camino que conduce a la salvación, de lo contrario, la deificación del hombre. En este camino, es importante no sólo asimilar las Sagradas Escrituras, no sólo participar de los santos sacramentos y comportarse según la verdad de Cristo, sino también entrar plenamente en la vida litúrgica de la Iglesia.

En el culto ortodoxo, son saludables tanto las oraciones individuales como su estructura misma y los ritos sagrados que acompañan a la oración. Gracias a los servicios festivos, no sólo recordamos piadosamente el evento celebrado, sino que también nos convertimos espiritualmente en sus testigos y participantes, y se convierte, en la medida de lo posible para nosotros, en un evento en nuestra vida personal. Así, nuestra vida comienza a transformarse: en su tejido mismo, como bordado dorado, se revela la vida del Señor y de Su Iglesia, y así la eternidad aparece ya a través de nuestra existencia temporal.

Todo culto ortodoxo, como la iconografía, es profundamente simbólico. En sentido figurado, transmite el significado saludable de los acontecimientos de la historia sagrada para nosotros. A la iconografía a veces se le llama “teología en colores”, y al culto se le puede llamar teología en acciones y sonidos. Pero, por supuesto, contiene, ante todo, teología verbal directa.

Gracias al templo y al culto que se realiza en él, el alma aprende a responder a la verdad y la belleza divinas con todos sus hilos, y los símbolos sagrados se convierten para nosotros en una realidad espiritual, principalmente a través de nuestra participación en los santos sacramentos. Es gracias a ellos que los acontecimientos de la historia sagrada y de la iglesia adquieren el significado de los acontecimientos de su vida personal, y estos últimos, a su vez, pueden incluirse en la cadena de acontecimientos de la iglesia. Así, a través del sacramento del matrimonio, el amor natural del hombre y de la mujer y la nueva familia que se crea adquieren un significado de no poca importancia para la vida de toda la Iglesia. Asimismo, la enfermedad de un miembro de la Iglesia, a través del sacramento de la consagración del óleo, se convierte en un acontecimiento para toda la comunidad eclesial, impulsándola a un amor activo y compasivo por los enfermos, e incluye a estos últimos de una manera nueva en la vida de la iglesia. . Incluso lo más amargo y terrible de nuestra vida: el pecado, mediante el sacramento del arrepentimiento, puede convertirse, por así decirlo, en el comienzo de un profundo renacimiento del pecador, gozoso para la Iglesia, ya que en ella, como en el cielo, hay mayor gozo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de arrepentimiento (Lucas 15:7). Finalmente, incluso la amargura de la muerte se supera en gran medida en el culto ortodoxo. El poder de la brillante Resurrección de Cristo, que desafía la muerte, se transmite a través del sacramento de la Eucaristía a los cristianos fallecidos, aliviando su responsabilidad por los pecados, ya que ellos mismos ya no pueden traer el arrepentimiento, pero se les imputa la oración de la iglesia por ellos en lugar de sus propios esfuerzos arrepentidos. Además de la conmemoración litúrgica de los muertos, la Iglesia Ortodoxa tiene ritos especiales: funerales, maitines fúnebres, misas de réquiem y litías. Todos estos servicios enseñan a los fieles una actitud adecuada hacia la muerte.

La importancia vital del culto ortodoxo es enorme, pero su profundidad total sólo se comprende mediante la participación activa en él, aunque nunca pueda comprenderse plenamente.

40 - Iconográfico.

A) Veneración de iconos e iconoclasia.

La veneración de los santos iconos ocupa un lugar importante en la piedad ortodoxa. Al igual que las iglesias ortodoxas, los romaníes están adornados con ellos. Se han establecido fiestas de la iglesia para conmemorar la aparición de algunos íconos. La pintura de iconos en sí misma es un tipo de arte muy especial, que no se puede reducir a una simple pintura.

Rezan frente a los santos íconos, encienden velas y lámparas, los bendicen y, a través de ellos, reciben curación y, a veces, incluso instrucciones.

En el siglo VIII, bajo la influencia de los mahometanos, que consideraban imposible representar al Dios invisible, se impuso una prohibición a la veneración de iconos en el Imperio Bizantino, y quienes los veneraban fueron sometidos a persecución* y tortura. En 787, en el VII Concilio Ecuménico, se restableció la veneración de los iconos y se sentó el inicio de su justificación dogmática.

B) El significado dogmático del icono.

La imagen del Señor Jesucristo, Su Purísima Madre, los acontecimientos de Su vida, así como el pueblo santo, es, ante todo, un tipo especial de confesión de fe en la verdad de la Encarnación (este pináculo de la revelación de Dios ) y en la verdadera presencia de la imagen de Dios en el hombre.

El Hijo de Dios, como Verbo Divino, es imagen de Dios Padre. Pero antes de la Encarnación, esta imagen era invisible para el hombre y aparecía sólo tal como estaba capturada en la palabra humana. Por lo tanto, en el Antiguo Testamento se veneraba la grabación verbal de la revelación divina, es decir, el libro de las Sagradas Escrituras, y no podía haber imagen del rostro de Dios. Pero cuando el Verbo se hizo carne (Juan 1:14), cuando el Hijo de Dios se hizo hombre Jesucristo, las personas pudieron contemplar a Dios mismo en Su rostro con sus ojos terrenales e incluso tocarlo con sus manos.

“Muéstranos al Padre, y eso nos basta”, dice el apóstol Felipe al Señor en la Última Cena, y Jesús le responde: “¿Tanto tiempo llevo con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿Cómo se dice: muéstranos al Padre?” (Juan 14:8-9)

Ver al Señor, tocarlo, y en Él a Dios mismo, era una gran felicidad, de la que da testimonio el apóstol Juan el Teólogo en las primeras líneas de su primera epístola (1 Juan 1:1-4). Una parte de esta felicidad y de este beneficio nos la transmite la Santa Iglesia, permitiéndonos y animándonos a representar al Señor Jesucristo.

C) La iconografía como arte.

¿Pero no vemos al Señor representado sólo físicamente en los íconos? Y así, ¿no permanece Dios invisible para nosotros? ¿Y no es, por tanto, el icono un menosprecio del Dios-hombre?

Esto no es así, en primer lugar, porque el artista, en cada retrato, captura y representa, en un grado u otro, el alma y el espíritu de una persona; en segundo lugar, en los iconos, bajo la imagen visible del hombre Jesucristo, se representa Su Divina Hipóstasis. Esto último es posible porque la pintura de iconos es un arte especial. Su peculiaridad es que el icono no representa un cuerpo y un rostro ordinarios, sino uno transformado, espiritualizado, capaz de contener lo Divino.

Para tal imagen, se han desarrollado técnicas especiales que suavizan todos los rasgos que pueden exponer inclinaciones sensuales y terrenales y, por el contrario, revelan aquellos rasgos humanos que reflejan la espiritualidad. Sin embargo, estas técnicas dejan espacio a la creatividad personal del artista.

En la pintura de iconos, también existen técnicas especiales para representar objetos y paisajes.

D) Iconografía y vida cristiana.

El Hijo de Dios, hecho hombre, encontró en él algo semejante a sí mismo, ya que el hombre desde el principio fue creado a imagen y semejanza de Dios. Pero en el hombre caído la imagen de Dios se oscureció y requirió restauración. Por lo tanto, antes de la Encarnación, la imagen de una persona no era digna de veneración, por lo que las imágenes de los dioses antiguos no podían evitar repeler a los cristianos.

Estas imágenes reflejaban la naturaleza caída y apasionada del hombre, y los propios dioses paganos, hasta cierto punto, eran la personificación de las pasiones humanas.

Sin embargo, las imágenes del arte antiguo sin duda también reflejaban el gran deseo del hombre por la armonía y la perfección, por lo que un cierto préstamo de las formas y técnicas de este arte es bastante aceptable para un pintor de iconos, así como para el arte cristiano en general.

La pintura de iconos, en cierto sentido, es un arte aplicado: sirve al arte más elevado: el arte de la vida cristiana, el arte de transformar, con la ayuda de la gracia divina, al hombre mismo y su vida.

D) Temas de la pintura de iconos. -

El tema principal de la pintura de iconos es el Señor Jesucristo, como imagen perfecta de Dios Padre.

La Madre de Dios es esencialmente inseparable de Cristo: gracias a Ella fue posible la Encarnación y, por tanto, la imagen de Dios.

Nosotros veneramos a los santos porque Cristo fue “figurado” en ellos. Ellos mismos son iconos vivos del Señor, así, y en la misma medida, como sus imágenes.

Los iconos también representan acontecimientos de la Historia Sagrada. En ellos, la iconografía se esfuerza por expresar el significado teológico de estos acontecimientos que nos salvan, y no su contexto histórico. Por eso algunos llaman a la pintura de iconos “teología en colores”.

Para realizar con éxito su trabajo, el pintor de iconos y sus actividades deben cumplir ciertas condiciones: debe ser ortodoxo y realizar su trabajo con oración y en el estado de ánimo espiritual adecuado. Muchos de los mejores pintores de iconos son canonizados.

G) La santidad del icono. -

Además de su significado pictórico, un icono es un lugar de presencia llena de gracia del Representado. Se convierte en tal lugar en virtud de su consagración y de darle un nombre. No sólo el hombre, sino toda la naturaleza, todo el mundo material, creado y contenido por la Palabra de Dios, especialmente después de la Encarnación, es capaz de convertirse en receptor y transmisor de la gracia divina. Además, la misteriosa línea entre lo espiritual y lo material es esquiva.

El VII Concilio Ecuménico aprobó la actitud ortodoxa hacia los íconos: en un ícono, se debe venerar al Cristo o al santo representado en él, y no al objeto material en el que está representado el ícono.

En la Iglesia Ortodoxa, los iconos de la Madre de Dios tienen una veneración especial y un poder lleno de gracia. Y esto es comprensible, ya que la Santísima Virgen es ese “puente”, esa “escalera” que conecta el cielo invisible y nuestro mundo terrenal visible.

41 - Veneración de las santas reliquias.

En la Iglesia Ortodoxa también hay una veneración especial por las reliquias sagradas, es decir, los restos de personas santas fallecidas.

Los cuerpos de algunos santos fallecidos se conservan en relativa o incluso completa integridad. Pero son venerados no por su incorruptibilidad, que no siempre es el caso, sino por el hecho de que, debido a la santidad del difunto, sus cuerpos, incluso después de la muerte, son los guardianes de la gracia divina, por cuyo poder los dones de Se dan sanidades y otros dones espirituales a los creyentes.

El poder misericordioso inherente a los restos del pueblo santo es evidencia del poder vivificante del Señor mismo y un reconfortante presagio de la futura resurrección general.

A) El ayuno es una ayuda esencial para una vida espiritual exitosa. Un ejemplo de ayuno lo dio el Señor Jesucristo (Mateo 4:2), y detrás de Él “las huestes de los justos del Nuevo Testamento, comenzando por San Juan Bautista. Pero el ayuno también era conocido en el Antiguo Testamento y en otras religiones.

El ayuno es un ejercicio que promueve la subordinación del alma y del cuerpo al espíritu, y a través de éste a Dios. Al mismo tiempo, el ayuno es un arma poderosa en la lucha contra Satanás (Mateo 17:21; Marcos 9:29).

Los ayunos los establece la Iglesia antes de las fiestas de Pascua, la Natividad de Cristo, la Dormición de la Madre de Dios, la memoria de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, los miércoles y viernes durante todo el año y algunos otros días.

Las cualidades propias del ayuno se mencionan en las Sagradas Escrituras, en los textos litúrgicos (especialmente en el Triodion Cuaresmal) y en los escritos de los Santos Padres. Rápido. En primer lugar, no debe ser ostentoso ni hipócrita. Cristo mismo habla de esto (Mateo 6:16-18). Por su naturaleza, el ayuno profundiza nuestros sentimientos de arrepentimiento. En general, un cristiano siempre debe cortar los malos deseos e impulsos, ser moderado en todo, pero la supresión periódica de las necesidades naturales ayuda a aprender esto.

El ayuno no es sólo un ejercicio de abstinencia, sino también de hacer buenas obras. La Iglesia insiste en este significado del ayuno en los himnos de Cuaresma. Por ejemplo, en la siguiente stichera: “Hermanos, ayunando físicamente, ayunamos también espiritualmente, destruyamos toda alianza de injusticia, demos pan a los hambrientos y llevemos a los pobres y a los desamparados a sus hogares” (en las Vísperas del miércoles de la 1ª semana de Cuaresma).

B) Además del ayuno, es un medio para mejorar la vida espiritual. La Iglesia estableció un ayuno antes de la Eucaristía.

Este ayuno, que se expresa en la abstinencia total de alimentos, es un recordatorio vivo de que nuestra vida terrena y dañada es una preparación para la futura plenitud de vida de los justos en la feliz eternidad.

La Eucaristía es ya el comienzo de este nuevo ser en unidad con Dios y con todos los hermanos en Cristo. Por tanto, el sacramento de la Eucaristía quita la carga del ayuno, según la palabra del Señor Jesucristo: “¿Pueden ayunar los hijos de la cámara nupcial cuando el esposo está con ellos?” (Marcos 2:19). Pero antes de recibir los Santos Misterios, es necesario para nosotros, como quienes esperamos la llegada del Esposo, el ayuno. De esta manera, la Iglesia se esfuerza por fortalecer en nosotros nuestra anticipación de la Venida y el hambre de un nuevo encuentro con Él, no sólo en la Eucaristía, sino también en su segunda venida. Liberándonos del ayuno después de la comunión. La Iglesia fortalece en nosotros la conciencia de que el Esposo ya viene a nosotros y que ya ha comenzado la transformación de nuestra vida temporal (cotidiana) en la celebración de la existencia eterna.

Por un lado, la expectativa, por otro, el comienzo de la realización, son inherentes a la naturaleza teantrópica de la Iglesia, que encuentra su expresión en su vida litúrgica, en el cambio constante del ayuno y la alegría festiva de la comunión.

Los días festivos y domingos, es decir, los días destinados a la Eucaristía, si caen en periodo de ayuno, aunque no se cancela la restricción alimentaria, sí se flexibiliza.

Profesor de la Academia Teológica de Moscú. ¡Estaremos agradecidos a los lectores por sus preguntas y sugerencias para la próxima conferencia!

A menudo escuchamos, hablamos y escribimos sobre espiritual, Oh vida de iglesia. Pero, ¿cómo deberíamos vivir exactamente? ¿Cómo vivir de tal manera que la “pasión por la religión” no se convierta en un desastre para el propio laico y sus seres queridos? ¿Cómo debería manifestarse nuestro cristianismo? ¿Y cómo pueden nuestra iglesia y nuestra vida espiritual encajar con el “resto” de su vida?

La respuesta que está a punto de salir de la boca es que un cristiano ortodoxo debe, ante todo, ir a la iglesia. Exacto, debería hacerlo. No hay duda. Pero me gustaría entender: ¿quién debería ir allí y por qué? Intentemos resolverlo.

Para empezar, será bueno que nos demos cuenta de que no le debemos nada a nadie. El hombre es como Dios lo creó. Y elige su propio camino en la vida. Pero, por supuesto, cualquier elección presupone responsabilidad, así como la lógica de acciones futuras. Y si mi elección es el cristianismo, o mejor aún, escucharé lo que me diga el Salvador. Y dice, entre otras cosas, esto: “si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, entonces todo lo que pidan, les será hecho por Mi Padre Celestial, porque donde dos o tres están reunidos en Mi nombre, allí estoy yo.” en medio de ellos” (Mateo 18:19-20). Esto significa que, además de la oración individual en el hogar, es extremadamente importante la oración de la comunidad cristiana: entonces Cristo mismo ora con nosotros.

Y esto es lo que dice el Salvador: “Si no coméis la Carne del Hijo del Hombre y no bebéis Su Sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre tiene vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día. Porque Mi Carne es verdadera comida, y Mi Sangre es verdadera bebida. El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre, permanece en Mí y Yo en él. Así como el Padre vivo me envió, y yo vivo por el Padre, Entonces y el que me come, por mí vivirá” (Juan 6:53-57). Ésta es la segunda razón por la que nos reunimos en la iglesia: ofrecemos a Dios Padre un sacrificio incruento, que el Hijo de Dios hizo una vez y hasta el día de hoy hace todos los días, y comulgamos, participamos de este sacrificio: el Cuerpo y la Sangre de el Señor, el Señor mismo.

Por eso vamos a la iglesia. No para encender velas, no para escribir notas (aunque todo esto también es bueno y correcto), sino para orar junto con hermanos y hermanas en Cristo y todos juntos, guiados por un obispo o presbítero, para celebrar la Eucaristía. y participar de los Santos Misterios.

Entonces, realmente necesitas ir al templo. Pero, repito, no porque debamos algo a nadie, sino porque Cristo se entregó por completo a nosotros, y por nuestra parte sería simplemente negra ingratitud y repugnante descuidar su inestimable don.

¿Con qué frecuencia vas al templo?

Permítanme recordarles que estamos hablando de laicos, es decir, de personas que trabajan o estudian la mayor parte de la semana. Está claro que pocas personas tienen la oportunidad de ir a la iglesia todos los días. Pero desde los tiempos de la Iglesia antigua, era costumbre reunirse en la iglesia el domingo, el día del Señor. También es lógico añadir Semana Santa, doce y grandes días festivos (aunque muchos de ellos caen entre semana, lo que dificulta la participación en el culto). Por supuesto, hay muchos santos a quienes amamos, hay íconos que también queremos honrar con una oración a la Reina del Cielo, pero para esto no es necesario abandonar todos los negocios y la familia y correr al templo para Medio día. Es muy posible orar en casa, leer un acatista o, mejor aún, un canon de Menaion.

¿Con qué frecuencia se debe comulgar? Yo respondería de esta manera: .

Si lo piensas bien, esto es una tontería: venir a la liturgia y no recibir la comunión. El Señor crucificado por nosotros nos ofrece su carne, nos entrega a sí mismo y decimos: “No, Señor, no soy digno. Ayer comí una salchicha, no leí la regla y, en fin, recién el domingo pasado comulgué. No vale la pena. Pero la próxima vez, o mejor aún, en un par de semanas, ayunaré, oraré y seré digno”. Esto es lo que se llama humildad sobre orgullo.

Sin embargo, este es un tema aparte sobre el que ya se ha escrito y dicho mucho, al menos desde entonces. No es posible reproducir aquí todos los argumentos a favor y en contra. Pero estoy profundamente convencido de que es bueno y correcto que un laico comulgue todos los domingos.

Si asumimos que la comunión todos los domingos es la norma, tendremos que pensar en un tema tan doloroso como es la preparación para la comunión. Esto también se ha discutido mucho.

En cuanto al ayuno, los cánones de la iglesia sólo conocen tres tipos de ayuno: el miércoles y el viernes, y el ayuno eucarístico. Esta última es la abstinencia total de comida y bebida desde la víspera de la comunión (hoy en día se suele hablar de medianoche) hasta el mismo momento de la comunión. El requisito de ayunar durante una semana o tres días antes de recibir la comunión se remonta a una época en la que muchos recibían la comunión una vez al año o una vez durante la Cuaresma. Con la comunión semanal, tal requisito es absurdo, dañino y simplemente imposible de cumplir.

Parece que es suficiente si una persona ayuna los miércoles y viernes, celebra la Cuaresma (y, si es posible, otros ayunos de varios días). Nadie tiene derecho a exigir a un laico que ayune permanentemente el sábado o el jueves.

Otro componente del tradicional son los tres cánones y el procedimiento para la comunión. Parecería que no es tan difícil sacar de una hora y media a dos y restar todo lo necesario. Sin embargo, en realidad resulta que esto es muy difícil. Escucho constantemente: Padre, lo siento, no tuve tiempo de leerlo. Y el propio sacerdote, para ser honesto, no siempre "lee" la regla necesaria en su totalidad.

Pero planteémonos esta pregunta: ¿por qué es ésta la regla de oración antes de la comunión? Leemos los cánones, pero el canon es, ante todo, una parte integral de los maitines. Y en la vigilia del domingo, que dura toda la noche, generalmente se leen tres cánones, solo que no de naturaleza arrepentida, sino glorificante. En cuanto al procedimiento para la comunión, obviamente se correlaciona con las oraciones eucarísticas.

Resulta, por tanto, esto: los cánones de los maitines dominicales, que son difíciles de percibir de oído, pasan por alto la conciencia de los laicos; Los laicos ni siquiera escuchan las oraciones eucarísticas. En cambio, después de haber “realizado” la vigilia de toda la noche en la iglesia y prepararnos para “defender” la liturgia, leemos los cánones y observancias bien conocidos en casa, reemplazando así la participación consciente en el culto público con la oración celular. Esta es otra evidencia más de que la comunión todavía se percibe como una especie de evento extraordinario en la vida de un cristiano, que requiere la duplicación del culto y los ayunos reglamentarios.

¿Qué hacer con los cánones y con los siguientes? Parece que este enfoque es bastante aceptable: puedes comprar los Octoechos (no es prohibitivamente caro) y el sábado por la noche (o mejor, si es posible, con antelación, antes de la vigilia nocturna) leer los tres cánones de la voz actual. del servicio dominical. O puede leer el canon dominical y el canon de la Theotokos, añadiendo a este el canon del santo cuya memoria coincide con el domingo. Es cierto que para ello necesitas Minea, que no es nada barato. Sin embargo, todos los textos litúrgicos están disponibles en Internet, por lo que conseguirlos no es un problema, si así lo deseas.

Seguir la comunión es algo útil. Pero no menos, sino mucho más importante para cualquier cristiano, ya sea laico o sacerdote, es la plena participación en la Eucaristía. Desafortunadamente, desde hace mucho tiempo, como ya se mencionó, las oraciones eucarísticas no se leen en voz alta. Sin embargo, en algunas iglesias todavía se leen públicamente. En voz alta, como muchos pudieron ver, los lee y. Y esto es correcto, ya que las oraciones de la liturgia no son hechizos esotéricos, sino acción de gracias al Padre Celestial en nombre de toda la comunidad, y no sólo del sacerdote. Por lo tanto, la solución puede ser esta: compre un libro de servicios o un libro separado con el texto de la liturgia y lea usted mismo las oraciones litúrgicas (por supuesto, en silencio) durante el servicio. No hay blasfemia en esto, porque si sólo reza el sacerdote, entonces la liturgia deja de ser una liturgia, un asunto común.

Desafortunadamente, existen muchos estereotipos falsos sobre la moral cristiana entre personas que no están cercanas a la Iglesia. Y a menudo estos estereotipos ignorantes impiden que una persona comprenda qué es realmente la vida de un cristiano, que no se limita a ir a la iglesia y encender velas.

Y una persona que quiere vivir una vida cristiana sin comprender su significado y sus principios corre el riesgo de cometer un error. Por ejemplo, sucede que una persona que no conoce el significado de la vida cristiana, después de haber intentado ir a la iglesia y seguir los mandamientos, se decepciona y abandona la Iglesia.

Aquí podemos recordar de nuestra historia los "disturbios de la papa", cuando los campesinos plantaron papas que acababan de aparecer en Rusia, pero no sabían que necesitaban comer sus tubérculos y trataron de comer frutos de papa venenosos, lo que provocó envenenamiento. Luego se enojaron con las patatas y con el gobierno que las importaba y se negaron categóricamente a plantarlas.

¡La ignorancia y las ideas erróneas sobre lo que no saben ponen a las personas en una posición tan estúpida y peligrosa! Pero cuando se superó la ignorancia y se descubrió cómo tratar esta planta, las patatas se convirtieron quizás en el plato favorito de las familias rusas.

Para evitar tales errores, examinemos brevemente tres conceptos erróneos principales sobre la vida cristiana que son los más comunes.

El primer error

Mucha gente percibe erróneamente la moral cristiana sólo como un conjunto de reglas. Viéndolo así, les gusta decir que este conjunto de reglas, aunque sean hermosas, es completamente imposible de implementar.

De hecho, en nuestros tiempos, incluso los mandamientos del Antiguo Testamento “no matar”, “no cometer adulterio” y “ojo por ojo” parecen abrumadores para otros, ¿qué podemos decir de los mandamientos de Cristo, que, en opinión de todos? opinión, establece un listón de requisitos mucho más alto: “ Habéis oído lo que se decía a los antiguos: no matéis; el que mate, será juzgado. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje con su hermano sin causa, será sujeto de juicio... Habéis oído que fue dicho a los antiguos: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón... Habéis oído que fue dicho: ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: no os resistáis al mal. Pero al que te golpee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra."(Mate. 6: 21-22; 27-28; 38-39).

Y si una persona que no pertenece a la iglesia equilibra estos mandamientos con sus propias fortalezas, entonces esas reglas parecen completamente abrumadoras para muchos.

El error es que estas personas no tienen en cuenta lo más importante, es decir, que Dios no sólo da mandamientos a los hijos de la Iglesia, pero también la fuerza para llevarlas a cabo.

Algunas personas piensan que los mandamientos del Evangelio son imposibles de cumplir en principio, y que Dios se los dio a las personas no para que los cumplieran, sino como una especie de ideal por el que uno puede luchar, pero que nunca podrá alcanzarse, y por eso que a partir de la conciencia de la imposibilidad de alcanzar este ideal, las personas se dieron cuenta de su insignificancia y así adquirieron humildad.

Pero tal punto de vista no tiene nada que ver con la verdad; distorsiona el significado mismo del cristianismo.

El Evangelio significa "buenas noticias" o, en un sentido muy moderno, "buenas noticias", pero ¿de qué sirve la noticia de que las personas son insignificantes y no sirven para nada excepto para ser conscientes de su insignificancia? ¿Y cómo se puede llamar bueno a un caballero que da órdenes obviamente imposibles de cumplir, pero al mismo tiempo su cumplimiento es condición para la salvación?

Estas personas comparan a Dios con el oficial fascista de la película "El laberinto del fauno", quien, antes del interrogatorio, le dice al tartamudo partidista arrestado: si puedes contar hasta tres sin tartamudear ni una sola vez, te dejaremos ir. Y si no puedes, te torturaremos. Y el partisano lo intenta, pronuncia "uno", "dos" y tartamudea "tres". Y el oficial levanta las manos y dice, ya ve, es culpa suya...

No, el Dios verdadero manda” Su sol para salir sobre el mal y el bien."(Mate. 5 :45) y " dando a todos con sencillez y sin reproche"(Jaime. 1 :5), Dios, " ¿Quién quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad?"(1 Tim. 2 :4), - no es así en absoluto.

Para reflejar la situación real, es más apropiada otra comparación: un padre que vio que su hijo había caído en un agujero profundo, le arroja una cuerda y le da la orden: levántate, agarra el extremo inferior de la cuerda y Te sacaré. Como vemos, el padre todavía salva, pero si el hijo no cumple el mandamiento que recibió, no será salvo.

Y la verdadera buena noticia del Evangelio es que efectivamente es posible salir del pozo del pecado, de la maldición y de la muerte, que ya no hay barrera entre el hombre y Dios, que en Cristo Jesús esto se ha hecho posible para nosotros” ser hijos de Dios irreprensibles y puros"(Fil. 2 :15), " porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús"(Galón. 3 :26). Y para que un creyente, un bautizado, se convierta en hijo de Dios, necesita quitarse de sí mismo lo único: los pecados personales y las pasiones que los generan, lo que se logra precisamente guardando los mandamientos. Es como ponerse de pie y agarrar el extremo de una cuerda que ha sido arrojada. Y esto también se ha hecho posible para todos, y ésta es también la buena noticia del Evangelio.

Gracias a lo que Dios se hizo hombre hace dos mil años en la cruz, absolutamente cada persona puede ahora cumplir todos los mandamientos y así llegar a ser como Aquel que llamó: “ Sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo." (Un leon. 20 :7). Cualquiera puede convertirse en santo. Y los mandamientos no son un espejismo que sólo puede admirarse desde lejos, sino instrucciones concretas para alcanzar la verdadera santidad.

Y si los tratamos como instrucciones prácticas, entonces es fácil ver que los mandamientos de Cristo no fueron dados en absoluto para complicar, sino para facilitar la lucha contra el pecado, ya que explican Cómo lograr el perfecto cumplimiento de los mandamientos dados en la ley antigua.

Si la ley del Antiguo Testamento advertía principalmente contra las manifestaciones externas del mal, entonces el Señor Jesucristo nos enseñó a identificar y cortar las raíces mismas de los pecados. Con Sus mandamientos, Él reveló que el pecado se origina en nuestro corazón, y por eso debemos comenzar la lucha contra el pecado limpiando el corazón de malos deseos y pensamientos, ya que “Del corazón salen los malos pensamientos, el homicidio, el adulterio, la fornicación, el hurto, el falso testimonio, la blasfemia”(Mate. 15 :19-20).

Y Él, repetimos, no sólo nos explicó cómo hacerlo, sino que también nos da la fuerza para hacerlo. Incluso los apóstoles, habiendo oído por primera vez los mandamientos de Cristo, se sorprendieron de su aparente imposibilidad, pero oyeron: “ Esto es imposible para las personas, pero todo es posible para Dios."(Mate. 19 :26). Y para quien se une a Dios, nada queda imposible. " Todo lo puedo en Cristo que me fortalece." - testifica el apóstol Pablo (Fil. 4 :13).

Ésta es la diferencia más importante y fundamental entre la moral cristiana y cualquier otra.

Cualquier otra moral no cristiana e incluso no religiosa no es precisamente más que una lista de reglas que difieren en algunos aspectos, pero que coinciden en otros.

Pero la educación no religiosa y la moralidad no religiosa en sí mismas no dan a una persona la fuerza para volverse buena. Sólo proporcionan información sobre lo que se considera bueno en una sociedad determinada. Y cada persona que recibe dicha información tiene una opción: o convertirse una buena persona, o parecerse un buen hombre.

Cada persona conserva el libre albedrío, para poder intentar sinceramente convertirse Es una buena persona, pero no podrá lograrlo realmente sin la ayuda de arriba. Como dijo San Macario de Egipto, “el alma puede resistir el pecado, pero no puede vencer ni erradicar el mal sin Dios”.

Y luego lo único que queda es parecer una buena persona, ocultando cuidadosamente sus imperfecciones a los demás, así como un enfermo mental, consciente de su enfermedad, puede intentar ocultar sus manifestaciones en público, pero esto no lo hace saludable. o reducir el número de requisitos morales a un mínimo tal que la fuerza para una persona caída - como, por ejemplo, un saltador con pértiga que intenta sin éxito batir un récord mundial en el entrenamiento puede subir y bajar la barra a su nivel y luego saltar con éxito, pero este patético autoengaño no le convertirá en un campeón.

Cualquier otra moralidad como conjunto de reglas es esencialmente lo que dijo el apóstol Santiago: “ Si un hermano o una hermana están desnudos y no tienen alimento diario, y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, calentaos y alimentaos”, pero no les da lo que necesita para el cuerpo, ¿de qué le sirve?"(Jaime. 2 :15-16)

Pero la moral ortodoxa es diferente. Porque en la Iglesia a la persona no sólo se le da el consejo: “haz”, sino también, a través de los sacramentos, la fuerza para hacerlo. Y se le otorga absolutamente a todas las personas que quieran tomar ese poder.

Concepto erróneo dos

Esta idea errónea se debe al hecho de que algunas personas no comprenden la esencia de la moral cristiana y el significado de cumplir los mandamientos. Piensan que deben cumplirse porque es la tradición de nuestro pueblo y de nuestros antepasados, o porque cumplir los mandamientos servirá para mejorar la vida de la sociedad. O simplemente dicen: “esto debe hacerse porque Dios lo dijo”, sin tratar de comprender el significado de lo que nos está prescrito y por qué Dios nos lo prescribió.

Tales respuestas no son satisfactorias porque esencialmente no explican nada y no dan una idea clara de por qué se deben cumplir los mandamientos.

Mientras que existe este significado y es muy profundo.

Y para aquellos que responden “sí” a Dios, el cumplimiento de los mandamientos adquiere el significado más profundo: se convierte en esta respuesta y en una forma de conectarse con Dios.

Después de todo, de hecho, no podemos traerle casi nada a Dios, podemos responderle "sí" con casi nada: fuimos creados por Él, y todo lo que hemos recibido de Él: talentos, propiedades, familia e incluso nuestra muy ser " porque en Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser."(Hechos. 17 :28).

Lo único que podemos darle a Dios por nuestra cuenta es el cumplimiento voluntario de Sus mandamientos, no por miedo ni por interés propio, sino por amor a Él. El mismo Señor da testimonio de ello: “ Si me amáis, guardad mis mandamientos."(En. 14 :15).

Así que cada vez que guardamos voluntaria y conscientemente el mandamiento de Dios, incluso el más pequeño, testificamos de ese modo de nuestro amor por Dios; Le respondemos “sí”.

El cumplimiento de los mandamientos es siempre sólo lo que sucede entre el hombre y Dios. Si una persona no roba ni mata porque tiene miedo de ir a la cárcel, no puede decir que está cumpliendo los mandamientos de Dios de “no matar” y “no robar”, porque “lo que se hace por miedo humano no agrada”. a Dios." ". El mandamiento es dado por Dios y el cumplimiento del mandamiento es algo que una persona hace voluntaria y espontáneamente por amor a Dios.

El cumplimiento de los mandamientos no es una satisfacción forzada de alguna necesidad externa, sino una cuestión de amor a Dios que surge de una decisión volitiva interna. " Dios es amor, y el que permanece en el amor, permanece en Dios, y Dios en él."(1 Jn. 4 :dieciséis), " Si guardáis Mis mandamientos, permaneceréis en Mi amor."(En. 15 :10).

Cuando un hijo intenta no hacer ruido para no despertar a su padre que está cansado después del trabajo, o cuando un padre en un momento de hambre le da la cena a su hijo, o cuando un joven compra flores para dárselas a su amada niña , no lo hacen porque estén obligados a hacerlo por la necesidad de la sociedad, o por el deber de seguir la tradición de los antepasados, o incluso por algún conjunto de reglas percibidas por ellos, sino simplemente por amor.

Y al hacerlo, son completamente libres, ya que no actúan bajo obligación; todas esas acciones son manifestaciones libres de amor.

Así, aquel que se une a Dios en el amor se vuelve verdaderamente libre; cumplir los mandamientos le resulta tan natural como respirar aire.

Es precisamente la falta de comprensión de esto lo que explica en gran medida el estereotipo común entre los incrédulos y los no creyentes, que dice que "vivir según los mandamientos es vivir sin libertad, pero vivir en pecados es libertad".

Cuando en realidad es todo lo contrario.

Cualquiera puede convencerse de ello mirándose a sí mismo. ¿Cómo puede el mal traer libertad si te deja el alma tan pesada? ¿Cómo puede una mentira traer libertad si no calma el corazón que anhela la verdad?

Se dice: " conocerás la verdad y la verdad te hará libre"(Juan 8:32). “Yo soy la Verdad” - testifica el Señor Jesucristo (ver Juan. 14 :6). Conocer a Cristo y unirse a Él en amor da genuina “ libertad de gloria de los hijos de Dios"(ROM. 8 :21). Como dice el apóstol Pablo: “ todo me está permitido, pero no todo me conviene; Todo me está permitido, pero nada debe poseerme."(1 Cor. 6 :12).

Pero ¿puede llamarse libre aquel que posee algo y que no puede renunciar a lo que no le es útil? Cuántas personas han arruinado sus vidas porque no podían renunciar a los alimentos poco saludables, aunque sabían que no eran buenos para ellos, intentaron dejarlos, pero perdieron la batalla contra la glotonería.

¿Es esto libertad?

¡No, esto es una verdadera esclavitud! Así es, porque " todo el que comete pecado es esclavo del pecado"(En. 8 :34), " porque quien es conquistado por alguien es su esclavo"(2 Ped. 2 :19).

Un viejo chiste cuenta cómo un alcohólico, al acercarse a una licorería, pensó: “Bueno, mi esposa dice que estoy completamente borracho, que ni siquiera puedo pasar por delante de una licorería sin ir allí. ¡Esto está mal!" Pasa por delante de la entrada, luego unos metros más y dice: “Bueno, he demostrado que puedo pasar fácilmente. Esto significa que no tengo ninguna adicción. Esto es digno de mención”, y regresa a la tienda a comprar una botella.

Ésta es toda la “libertad” de los pecadores.

Por supuesto, un alcohólico degradado también tiene su propia "libertad", por ejemplo, a la hora de elegir si comprar colonia "Carnation" o colonia "Russian Forest", pero nadie en su sano juicio pondría esa "libertad" al mismo nivel. como una auténtica libertad frente a la adicción al alcohol.

Asimismo, la “libertad” de elegir entre diferentes tipos de pecado no se puede comparar con la libertad del pecado.

Y todo el mundo realmente siente esto y comprende que la verdadera libertad es mejor. Esto, por ejemplo, se desprende del hecho de que a menudo incluso las personas que no pertenecen a la iglesia ni a la iglesia tienen un gran respeto por los ascetas ortodoxos y los ancianos que conocen. Están encantados y atraídos por la santidad que sólo se puede alcanzar mediante la vida con Cristo y en Cristo. Sus almas huelen el aroma de la libertad, del amor y de la buena eternidad, que exudan las almas de quienes responden “sí” a Dios cumpliendo voluntariamente los mandamientos.

Concepto erróneo tres

Desafortunadamente, para muchas personas la idea de la moral cristiana y los medios para lograrla se reduce únicamente a una lista de negaciones: no hagas esto o aquello; No puedes hacer esto y aquello.

Al ver tal lista, una persona que no pertenece a la iglesia la aplica mentalmente a su vida, le resta todo lo mencionado en la lista y se pregunta: qué, de hecho, quedará entonces de mi vida y cómo llenar los vacíos que se han formado en él?

Esto, por cierto, se debe en gran medida al estereotipo social de que la vida de una persona moral es ciertamente aburrida e insípida.

En realidad, la vida de una persona inmoral es aburrida y lúgubre. El pecado, como una droga, sólo ayuda temporalmente a olvidar y distraerse de esta melancolía. No es sorprendente que el pecador, que ha imaginado mentalmente su propia vida sin esta droga, comprenda que luego se enfrentará al enorme vacío y al sinsentido que en realidad representa, y tenga miedo de esto, y nuevamente corra al pecado, como “ el perro vuelve a su vómito, y el cerdo lavado se va a revolcar en el barro"(1 Ped. 2 :22). Me vienen a la mente las palabras de San Isaac el Sirio: comparó a un pecador con un perro que lame una sierra y, ebrio del sabor de su propia sangre, no puede parar.

Pero el Señor en las Sagradas Escrituras ofrece mucho más - “ apártate del mal y haz el bien"(1 Ped. 3 :once). A veces, en las conversaciones sobre moralidad se pone el énfasis en la primera parte, “negativa”, de este mandamiento, mientras que la segunda, que revela la perspectiva positiva de una nueva plenitud de vida, no es menos importante.

Algunas personas piensan que esta prescripción tiene una secuencia cronológica, es decir, primero es necesario evadir el mal y solo entonces comenzar a crear el bien, pero en realidad estas cosas están interconectadas: crear el bien ayuda a evadir el mal, y evadir el mal deja más oportunidades. para crear el bien.

El mandamiento de “hacer el bien” muestra que Dios tiene para cada persona la perspectiva de una vida abundante, rica, interesante y llena de gracia. El bien hecho por amor a Dios da sentido a la vida.

Así como una persona sumida en pecados casi no tiene tiempo para hacer buenas obras, así una persona que hace el bien por amor de Dios y con Dios no tiene tiempo para pecar. No porque cada minuto se sienta y tiembla: “Oh, cómo no pecar, cómo no hacer esto, cómo no caer en esto”, sino porque cuanto más virtud y gracia de Dios se derrama en su corazón, menos espacio hay para él. en ello por el pecado.

Por supuesto, un cristiano que se ha embarcado seriamente en el camino espiritual, e incluso un asceta experimentado, puede caer en pecado. Sin embargo, como señaló San Ignacio (Brianchaninov), “la mayor diferencia es pecar intencionalmente, por disposición a pecar, y pecar por pasión y debilidad, con disposición a agradar a Dios”.

Por supuesto, un vagabundo que vive en un basurero está sucio, y una persona que sale de su casa con un traje nuevo, pero tropieza y cae en un charco, también está sucio, pero todos entienden que la diferencia entre uno y otro el otro es genial, ya que para uno estar sucio es un estado y forma de vida normal, y para otro, un error molesto que quiere y puede corregir de inmediato.

Si una persona ha elegido estar con Dios y ha comenzado a dar testimonio de esta elección con sus acciones y con su vida, nada podrá derribarla ni sacudirla, como el mismo Señor prometió: “ Compararé a todo el que escuche estas palabras mías y las ponga en práctica, con un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca; y cayó lluvia, y los ríos se desbordaron, y soplaron los vientos y golpearon aquella casa, y no cayó, porque estaba fundada sobre roca. Pero todo el que oye estas palabras Mías y no las pone en práctica, será como un hombre necio que edificó su casa sobre la arena; y cayó lluvia, y los ríos se desbordaron, y soplaron los vientos, y azotaron aquella casa; y cayó, y fue grande su caída"(Mate. 7 :24-27).

Éste es el gran significado de cumplir los mandamientos de Dios. Sin esto, simplemente llamarse cristiano verbalmente e incluso reconocer a Cristo como Señor no salvará, como Él mismo dijo: “ No todo el que me dice: “¡Señor! ¡Señor!” entrará al Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre Celestial."(Mate. 7 :21)

La voluntad del Padre Celestial no se nos oculta, se expresa en los mandamientos que Él dio. Si los creamos, entonces “ ni la muerte ni la vida..., ni el presente ni el futuro, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura puede separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro."(ROM. 8 :38-39).

También se debe enfatizar que los mandamientos mismos dados por Dios no son aleatorios ni arbitrarios. Aunque los mandamientos se dan en un momento determinado, abren el camino a virtudes que son eternas. Precisamente porque su cumplimiento permite que una persona se vuelva santa, estos mandamientos apuntan a las propiedades eternas de Dios.

Por ejemplo, si una persona guarda el mandamiento “ no cometas adulterio"(Éxodo. 20 :14), permaneciendo fiel a su esposa, se vuelve así como Dios, porque “ Dios es fiel"(Rom. 3:4), si una persona guarda el mandamiento" No darás falso testimonio contra tu prójimo."(Éxodo. 20 :16), entonces él se vuelve como Dios, porque “ Dios es verdad"(En. 3 :33), y así cada mandamiento se remonta a una u otra propiedad del Dios santo.

Por tanto, cuanto más se fortalece una persona en su cumplimiento voluntario, más se vuelve santa y más se une a Dios.

Por lo tanto, a la pregunta de por qué Dios dio exactamente tales mandamientos a las personas, solo hay una respuesta: porque eso es exactamente lo que Él mismo es, y estos mandamientos se dan para aquellos que quieren llegar a ser como Dios y a través de esto convertirse en "dios por gracia."

Entonces, la moral cristiana y la vida según los mandamientos son verdad, amor, libertad, pureza y santidad. Quien pueda comprender esto, le resultará más fácil tomar la decisión principal de su vida: estar con Dios o contra Dios.

Cita de: Filocalia. M., 1895. T. I. P. 188.

Rev. Padres Barsanuphius el Grande y John Guía para la vida espiritual en respuestas a las preguntas de los estudiantes. M., 2001. pág.513.

Sinfonía basada en las obras de San Tijón de Zadonsk. Apéndice a la tesis de maestría: “San Tikhon de Zadonsk y su enseñanza sobre la salvación” del profesor asociado Archimandrita Ioann Maslov. Zagorsk, 1981. S. 2003.

Palabras ascéticas de San Isaac el Sirio [palabra 85]. M., 2002. pág.627.

Calle. Ignacio (Brianchaninov). La actitud del cristiano ante las pasiones / Experiencias ascéticas, I.

"Desde la mañana hasta la tarde. Cómo vivir como cristiano" es un consejo espiritual para quienes se preocupan por su propia alma. El libro habla sobre cómo orar en casa y en la iglesia, cómo comportarse en circunstancias difíciles y durante períodos exitosos de la vida; cómo tratar correctamente a los padres y criar a los hijos, cómo recordar y amar a los que ya no están con nosotros. El libro proporciona la base para una actitud consciente hacia el culto y los sacramentos de la Iglesia, así como las reglas de comportamiento externo en el templo, en la relación con el clero y los feligreses, y mucho más. Las recomendaciones contenidas en el libro están respaldadas por citas de las Sagradas Escrituras, instrucciones de los santos padres y maestros de la Iglesia.

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El fragmento introductorio dado del libro. Desde la mañana hasta la tarde. Cómo vivir como cristiano (M. A. Dubrovina, 2017) proporcionado por nuestro socio de libros: la empresa litros.

Cosas para recordar durante el día

« norte Más necesaria que todas las hazañas es la oración. La oración es un medio para atraer y una mano para recibir todas las gracias que tan ricamente se derraman sobre nosotros desde una fuente inagotable: el amor ilimitado y la bondad de Dios para con nosotros”, instruye San Nicodemo el Santo Montañés.

Por eso debemos intentar desarrollar la habilidad de la oración no sólo por la mañana, sino a lo largo del día, especialmente antes de tareas difíciles y responsables. Es muy importante orar al Señor antes de iniciar cualquier tarea difícil, antes de una conversación seria, antes de utilizar el transporte, etc.

Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces.(Santiago 1:17). Por lo tanto, podéis recibir la bendición de Dios, como cualquier don de Dios, sólo a través de la oración. Archimandrita John (Krestyankin; †2006) edifica: “Acostúmbrate a comenzar y terminar cada tarea con la oración. Y entonces la vida irá exteriormente en la misma dirección, pero su contenido será diferente. Todo será santificado por la bendición de Dios”.

Si la práctica de la oración se arraiga en nuestras vidas, entonces comprenderemos cuán saludable es para el alma vivir en una atmósfera de oración.

cuidado diario

En la vida terrenal, una persona necesita refugio, ropa, comida y otras cosas, por eso necesita conseguirlas y pensar en ello. San Teófano el Recluso (†1894) instruye:

“No hay nada pecaminoso en las preocupaciones de la vida cotidiana. Así se agradó a Dios arreglar nuestras vidas. Pero el enemigo, acercándose sigilosamente a esta persona sin pecado, le inculca algo pecaminoso: esta es una preocupación incesante que pesa tanto sobre la cabeza como sobre el corazón. Todas las instrucciones del Salvador acerca del abandono están dirigidas contra esta enfermedad: No os preocupéis por el mañana, porque el mañana se preocupará por sus propias cosas: a cada día le basta su propio cuidado.(Mateo 6:34). Esto no significa que no debas hacer nada, sino que, mientras lo haces todo, no debes dejarte atormentar por preocupaciones innecesarias...

El pecado del exceso de preocupación es que quiere disponer y obtener todo por sí mismo sin Dios; por el hecho de que después de eso nos enseña a confiar en la esperanza de lo que hemos ganado y de nuestros otros caminos exclusivamente sin la Providencia de Dios, y a través de ambos, nos instruye a considerar las bendiciones de la vida como nuestra principal meta y nuestro presente. la vida como nuestro objetivo final, sin extender nuestros pensamientos a la vida futura. ¡Ves qué espíritu de lucha contra Dios se mueve en esta multipreocupación!

Debemos tratar de hacer todos nuestros asuntos cotidianos como para el Señor mismo, es decir, de corazón, con la conciencia tranquila, con agrado, sin permitir ninguna lentitud o negligencia en ellos. La Sagrada Escritura enseña: Maldito el que hace la obra del Señor descuidadamente(Jeremías 48, 10).

En su "Testamento paternal", el escritor autodidacta y sabio campesino Ivan Tikhonovich Pososhkov (†1726) escribe: "Trabaja con toda verdad, sin pereza ni astucia, no lleves el día a la noche, sino lleva el asunto a un punto final". fin... Vive en paz con tus compañeros de trabajo, no discutas, y si te ofenden de alguna manera, ten paciencia. La Escritura dice: El que persevere hasta el fin será salvo(Mateo 10:22)... Sin la voluntad de Dios nadie te hará daño, solo sé un hombre de Dios, vive en todo a la manera de Dios, no te quejes de nadie, ni siquiera de tu enemigo, y recuerda que la pobreza y las riquezas son todas de Señores... Dios les prohíba hacer y decir como hacen y dicen las personas sin escrúpulos: “Si tan solo pudieran salirse con la suya”, pero traten de hacer todo según su conciencia, como ante Dios... Y si tu amo a veces te ofende de alguna manera, no te enojes y no solo con la gente, sino también con Dios, no te quejes de él... Dite a ti mismo: “Por mis pecados, Dios me envió tal amo o Camaradas, debo aguantar”. Por tanta paciencia, por vuestra gentileza y mansedumbre, Dios no os dejará y os sacará de vuestra necesidad, no por vuestra inteligencia, sino por su Divina Providencia, y no sólo os dotará de esta riqueza terrenal, sino que no os dará privaros del futuro Reino de los Cielos”.

El Señor dijo a sus discípulos: No puedes hacer nada sin Mí(Juan 15:5), por lo tanto, si nuestros asuntos tienen éxito, no debemos enorgullecernos de ello y atribuir el éxito a nuestras propias fortalezas y habilidades.

Si el trabajo que debemos realizar es difícil y requiere una paciencia especial, entonces, en palabras del metropolitano Gregorio (Postnikov), “no seas cobarde, no seas perezoso, no te enfades, no te dejes llevar por la ira. , impaciencia, murmuración, etc., ayúdate de algún tipo de canto edificante, oración secreta, elevando el corazón al Señor Dios en unos breves suspiros orantes hacia Él... Tales ejercicios ayudan a mantener el alma en unión con Dios, ahuyentan todo aleja el mal, fortalécelo en el bien y apoya la fuerza corporal”.

San Teófano el Recluso enseña: “Elige varias oraciones cortas o toma directamente las veinticuatro oraciones de Crisóstomo y repítelas a menudo con pensamientos y sentimientos apropiados. A medida que te vuelvas más competente, tu cabeza será iluminada por la memoria de Dios y tu corazón se calentará”.

Entre las oraciones breves, los santos padres recomiendan las siguientes: la oración del publicano “Dios, ten misericordia de mí, pecador” (ver: Lucas 18:13) o “Dios, límpiame, pecador”, así como “Señor, tener compasión." San Ignacio (Brianchaninov) considera la Oración de Jesús la más excelente de todas las oraciones cortas: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”.

El Venerable Aristoclius (†1918), el Anciano de Athonite y Taumaturgo de Moscú (sus reliquias descansan en la Iglesia del Gran Mártir Nikita de Moscú en la colina Shvivaya detrás de Yauza, en el Complejo Athos), instruye a invocar continuamente en oración al Más Santa Theotokos: “Ya sea que vayas a trabajar o lo que sea que estés haciendo, di: “Pongo toda mi esperanza en Ti, Madre de Dios, mantenme bajo Tu techo”. Y por eso invoca siempre a la Madre de Dios, y también: “Madre de Dios, no me desprecies a mí, que necesito de Tu ayuda y de Tu intercesión” - o en caso contrario, como sabes, simplemente invoca”.

Icono de Yaroslavl de la Madre de Dios

El famoso archimandrita Kirill (Pavlov) dice: “Para que nuestros asuntos tengan éxito, siempre debemos pedir la bendición de Dios y no comenzar ningún negocio sin oración; En caso de fracasos, no nos entreguemos a la cobardía y al desaliento, sino que con paciencia comenzaremos a confiar en la misericordia de Dios, continuando con nuestras labores y búsquedas. Y el Señor, mirando nuestra sumisión a su voluntad, coronará nuestros esfuerzos con el éxito deseado. Recibiendo contentamiento del Señor en los bienes corporales, no nos apeguemos a ellos, sino que, al contrario, recordaremos siempre el mandamiento de Dios: Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.(Mateo 6:33) - y seréis hijos del Reino.”

El trabajo cristiano o el camino a la virtud

Mientras se ocupa de sus asuntos habituales y se deja atrapar por el bullicio del mundo, no debe olvidarse de sus responsabilidades cristianas, ya que el Señor nos las ha confiado.

Primero que nada, debemos amar al Señor. Y amar a Dios significa tratar de reconocer su voluntad, alejarse de todo lo que es contrario al Señor y hacer con alegría y diligencia lo que le agrada.

El apóstol Lucas dice cómo debemos amar al Señor: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y ​​con todas tus fuerzas, y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo.(Lucas 10:27).

El justo Juan de Kronstadt interpreta estas palabras del evangelio de esta manera: “Amar a Dios con todo el corazón significa no tener apegos a nada y entregar todo el corazón al Señor Dios, haciendo en todo su voluntad, y no la propia; con toda tu alma, es decir, ten siempre toda tu mente en Dios, afirma todo tu corazón en Él y entrega toda tu voluntad a Su voluntad en todas las circunstancias de la vida, alegres y tristes; con todas nuestras fuerzas, es decir, amar para que ninguna fuerza contraria pueda arrancarnos del amor de Dios, ninguna circunstancia de la vida: ni el dolor, ni la opresión, ni la persecución, ni lo alto y lo profundo, ni la espada (ver: Romanos 8:35, 39); con todos tus pensamientos, es decir, siempre piensa en Dios, en Su bondad, paciencia, santidad, sabiduría, omnipotencia, en Sus obras, y evita de todas las formas posibles pensamientos vanos y malos recuerdos”.

De San Basilio el Grande leemos: “¿Cuáles son los signos del amor a Dios? El Señor mismo nos enseñó esto, diciendo: Si me amáis, guardad mis mandamientos.(Juan 14, 15). El Señor dice: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos unos a otros(Juan 13:34). Y el Señor mismo determinó la medida de este amor: Entonces, en todo lo que quieras que la gente te haga, hazlo con ellos.(Mateo 7:12).

Según palabras del Beato Teofilacto de Bulgaria (siglo XII), el mismo Salvador “nos muestra el camino más corto hacia la virtud: ya que nosotros, como personas, sabemos por nosotros mismos lo que debemos hacer a los demás”.

Esto significa que si queremos bienestar para nosotros mismos, querremos lo mismo para nuestros vecinos.

Si nos enojamos por el trato grosero de nuestro prójimo, no diremos nada hasta que pase el enojo.

Nos alegramos cuando ayudan; Intentaremos ayudar a nuestro prójimo en todo, especialmente en las necesidades espirituales.

Nos resulta desagradable que la gente hable mal de nosotros, exponga nuestros defectos y vicios, nos trate con rudeza y nos insulte, y no lo haremos nosotros mismos.

No juzguemos. Entre los creyentes es muy común el pecado de juzgar al prójimo, y hay que añadir que discutimos y condenamos a las personas con agrado. Y a veces la condena se convierte incluso en entretenimiento, especialmente cuando nos reunimos con nuestros amigos y conocidos para “rascarnos la lengua”. Este pasatiempo es casi común y omnipresente, pero nadie recuerda que es pecaminoso y destructivo para el alma. Cuando juzgamos a alguien, olvidamos el mandamiento del Señor: No juzguéis para que no seáis juzgados(Mateo 7:1). Los santos padres dijeron sobre el pecado de condenación que, al mirar los pecados de los demás, dejamos de notar los nuestros.

No calumniemos ni escuchemos condenas y chismes de los demás. La calumnia es obra del diablo. De las vidas de San Gregorio de Akraganti (siglo VII), de San Esteban el Confesor (siglo IX), de leyendas memorables sobre el ermitaño Abba Nikon y otros, sabemos que los calumniadores pueden ser castigados con la demonización.

En la biografía de San Gregorio de Neocesarea (siglo III) leemos. En su juventud, mientras estudiaba en la Escuela de Alejandría, se distinguió por su extraordinaria modestia y pureza virginal. Fue amado y respetado tanto por sus camaradas como por sus mentores. Pero su buen comportamiento no agradó a los libertinos y a los envidiosos. Decidieron deshonrarlo y sobornaron a la mujer caída para que calumniara a los inocentes. Frente a muchos, se acercó a San Gregorio y le exigió el pago por el pecado que supuestamente había cometido con ella. Avergonzado, bajó la mirada y sólo se sonrojó. La ramera siguió gritando, exigiendo dinero. Y entonces San Gregorio pidió a sus amigos que le pagaran. Ellos dieron el dinero. Tan pronto como el calumniador se los llevó, un demonio la atacó inmediatamente. Ella cayó al suelo, gritó terriblemente, rechinó los dientes, emitiendo espuma, de modo que todos quedaron horrorizados. El demonio la atormentó hasta que San Gregorio oró por ella. Sólo entonces recibió curación.

San Tikhon de Zadonsk (†1783) compara a un calumniador con una persona infectada con una terrible enfermedad mortal. “Quien está infectado por una pestilencia daña a quienes se comunican con él; el calumniador daña al que escucha su calumnia. De una persona infectada la úlcera se transmite a otra, de otra a una tercera, de una tercera a una cuarta, y así a todas las personas, si no tienen cuidado; Así es de un calumniador: uno escuchará la calumnia y le dirá a otro, otro - a un tercero, un tercero - a un cuarto, y así todos escuchan y son dañados por la calumnia... - dice San Tikhon. – El calumniador también daña al que calumnia: porque con su lengua lo hiere como con espada. También se hace daño a sí mismo, porque peca gravemente. También daña a quienes escuchan sus calumnias: porque les da motivo de calumnia y condenación y así los conduce a la misma acción ilegal en la que él mismo se encuentra... ¡Cristiano! Cuídate del calumniador, como te cuidas de la pestilencia de una persona infectada, de lo contrario tú mismo serás infectado por él y morirás. Cuídense de experimentar ustedes mismos los pecados humanos, para no juzgar ni calumniar a su prójimo. Experimenta y reconoce tus pecados y límpialos con verdadero arrepentimiento y fe. Ésta es una obra cristiana a la que estáis llamados por Cristo”.

Pero aquí hay una situación de la vida moderna: hablan sucio de una buena persona frente a nosotros, y entendemos que esto es una calumnia, pero al mismo tiempo escuchamos en silencio o estamos de acuerdo, participando así en un pecado terrible. Si no somos capaces de resistir la calumnia, entonces debemos preguntarle al Señor al respecto: “ Líbrame de la calumnia humana(Sal. 119, 134) - ¡no sólo para que la gente no me calumnie, sino para que yo no calumnie a los demás!”

Archimandrita Kirill (Pavlov) habla de cómo debemos comportarnos unos con otros y apreciar un buen sentimiento hacia los demás: “Perdona los insultos al prójimo, abstente de ofender, irritar, enojar, etc. quien nos enseña a guardar en el alma el mal contra el prójimo, pero con la sencillez de nuestro corazón perdonaremos al prójimo las injurias que le inflige, también por instigación del diablo. Que nadie piense mal unos de otros, que nadie se deje llevar por malas sospechas hacia su hermano, porque este es el encanto del enemigo de nuestra salvación, que está tratando por todos los medios de destruir la unión de amor y hermandad en nosotros e implantar enemistad y hostilidad demoníacas”.

Cómo no pecar en diversas circunstancias de la vida.

“Durante su vida terrenal, las personas ocupan diversas posiciones”, dice San Ignacio (Brianchaninov). – Todas estas disposiciones no son accidentales; ellos, como tareas por resolver, como lecciones para el trabajo, son distribuidos por la Providencia de Dios, para que cada uno en el puesto en que se encuentra, cumpliendo la voluntad de Dios, obre su salvación”.

Las circunstancias de vida en las que nos encontramos, la posición en la sociedad que ocupamos, son diferentes para cada uno. Pero todo esto no es sin la voluntad de Dios o su permiso, por lo que siempre, en cualquier situación, intentaremos actuar con rectitud y piedad. Las sencillas y muy reconfortantes recomendaciones espirituales del metropolitano Gregory (Postnikov) nos ayudarán en esto:

“Cuando eres feliz, todo en la vida va según tus deseos; Entonces agradece al Señor Dios por todo de todo corazón y ten mucho cuidado de no quedar ingrato con Él. Al aprovechar la prosperidad terrenal, no te apegues a ella con tu corazón: tu corazón debe estar apegado únicamente al Señor Dios. Nunca olvides Sus palabras: Dame hijo tu corazón(Proverbios 23, 26)…

Si te sobreviene alguna desgracia, nunca te dejes llevar por un dolor, un miedo, una queja o una desesperación inmoderados: el Señor Todopoderoso y Buenísimo nos envía todos los desastres terrenales para nuestro beneficio. Si te sientes culpable de algo, imagina al Señor Jesucristo en la Cruz, que sufrió por ti incomparablemente más de lo que tú puedes sufrir, que sufrió de forma completamente inocente, sin el menor murmullo ni disgusto, y asegúrate de merecer una desgracia mucho mayor. Si cuando te ha sucedido una desgracia te sientes inocente, entonces gracias a Dios de todo corazón porque a través de esta desgracia quiere salvarte de cualquier cosa desastrosa para la salvación de tu alma. Porque la alegría constante vuelve el alma frívola, arrogante y voluble; Con una felicidad constante, todos nos entregamos muy fácilmente a la vanidad, al orgullo, a la voluptuosidad... Di: “Tú, Señor, sabes lo que es bueno para mí, haz conmigo según tu voluntad”.

Si eres rico, nunca pienses que te debes tu riqueza, tu ingenio y tu actividad. Recuerda firmemente las palabras del Espíritu de Dios que sólo El Señor empobrece y enriquece, humilla y enaltece(1 Samuel 2:7), y por tanto no te enorgullezcas de tus riquezas, sino sé humilde, considérala un don de Dios y con diligencia agradece al Señor Dios por ellas, pero no te aferres a las riquezas con tu corazón, no sea que te conviertas en un esclavo de tu riqueza. Mantén tu corazón hacia él de tal manera que puedas tranquilamente prescindir de él, tan pronto como el Señor Dios quiera quitárselo de ti...

Si sois pobres, soportad vuestra pobreza con complacencia. Lleva esta carga con gracia hasta que le plazca al Señor Dios quitártela; llévala, si Él quiere, hasta la muerte. Estad siempre alegres, no os aflijáis, no os quejéis, sobre todo no os desaniméis y no empleéis ningún medio equivocado, contrario a la voluntad de Dios, para libraros de la pobreza. Recuerda siempre... todo lo que el Señor hace con nosotros, lo hace para facilitar nuestra salvación. Recuerda que el Señor Dios nunca te pondrá más carga de la que puedas soportar. Fiel es Dios, que no os permitirá ser tentados más de lo que podéis, sino que cuando sois tentados, también os dará alivio, para que podáis soportar.(1 Corintios 10:13). Recuerda también que Él siempre está contigo para brindarte Su ayuda. He aquí, yo estoy con vosotros siempre, hasta el fin de los tiempos.(Mateo 28, 20)…

Si en tu pobreza te oprimen otras cargas, entonces no te desanimes aquí, sino consuélate con pensamientos santos. Por ejemplo, ¿te odian, te desprecian? Piensa: “¡Qué problema! Mi Señor y Salvador era Dios, pero ellos también lo odiaron, también lo despreciaron”. ¿Te están exprimiendo u ofendiendo? Piensa: “¡Qué problema! ¡Quién fue oprimido y ofendido más que nadie, si no el Señor mismo! Piensa también: “Si alguien no es despreciado ni humillado, ¿cómo practicará la humildad? Si alguien no es insultado, ¿cómo aprenderá la humildad? Si uno no es insultado, ¿cómo aprenderá la paciencia, la mansedumbre y otras virtudes cristianas similares?

Cuando te elogien, ten mucho cuidado, porque entonces estás en una situación peligrosa: puedes caer en el orgullo, la vanidad, el descuido u otras seducciones nocivas. Para evitar que esto te suceda, trata de mirar con desconfianza los elogios que te hacen, y si te elogian en tus ojos, lo mejor es interrumpir la conversación de manera decente y desviar el discurso a otro tema. Recuerda firmemente que lo que en ti es digno de alabanza no es tuyo, sino de Dios, y Dios te dio la disposición, capacidad, fuerza, deseo y oportunidad de adquirir algo digno de alabanza y, por tanto, la gloria por ello no te pertenece. , sino a Dios.

Cuando veas en ti algo digno de alabanza y sientas el deseo de contárselo a los demás, trata de destruir ese deseo en ti mismo con la idea de que por la alabanza humana te harás indigno de la alabanza de Dios, porque recibirás una recompensa de gente. Recuerda las palabras muy importantes del Señor: ¡Ay de vosotros cuando todos hablen bien de vosotros!(Lucas 6:26).

Cuando veas que muchos buscan con avidez su felicidad en los bienes y placeres sensuales, en la bienaventuranza, en el lujo y lo hacen pasar por sabiduría; Cuando veas que muchos, para su felicidad terrenal, utilizan todo tipo de mentiras y engaños, defienden el odio, la venganza y otras pasiones, y consideran que el rechazo a satisfacer los placeres sensuales es una estupidez, entonces debemos recordar firmemente en nuestro corazón y decir: como enseñaron los apóstoles: “Somos cristianos, debemos vivir según la ley de Cristo”. Llevar las cargas unos de otros, y así cumplir la ley de Cristo.(Gá. 6:2), y la ley de Cristo requiere que crucifiquemos nuestra carne con sus pasiones y concupiscencias (ver: Gá. 5:24), rechazando las mentiras, diciendo la verdad, cada uno a su prójimo(Efesios 4:25), pero toda venganza quedó en manos del Señor Dios, quien dijo: La venganza es mía, yo la pagaré.(Romanos 12:19)”.

Una vez más, no dejemos de recurrir al consejo del campesino Ivan Pososhkov: “Si te vuelves pobre, hijo mío, y no puedes alimentarte por ti mismo, no te desanimes, no te desesperes y no toques ninguna acción injusta. , no trabajéis con personas inútiles, poned vuestra esperanza en Dios”.

Así debemos intentar actuar si queremos vivir como cristianos y alcanzar la salvación.

Cuando digo "normal" no me refiero a "promedio", me refiero a alguien que vive según los cánones ortodoxos.

Y esta, por supuesto, no es una lista completa y los elementos que contiene no están en orden de prioridad.

Entonces, un cristiano normal:

1. Acude a los servicios con la mayor frecuencia posible.

El mínimo requerido es acudir al servicio matutino todos los domingos. Pero muchas veces sucede que esto no es suficiente. Y “ir al servicio” no significa simplemente estar presente en él, sino implicarse mentalmente, ya sea escuchando en silencio, persignándose, cantando, etc.

2. Reza en casa todos los días

Idealmente, es necesario leer las reglas y oraciones de la mañana y de la tarde antes y después de comer. Es especialmente importante que los esposos y las esposas oren juntos y que los padres oren con sus hijos. Incluya la lectura diaria de la Biblia, especialmente los Salmos.

3. Participa en los sacramentos

Esto significa no sólo confesar y recibir la comunión, sino también recibir la unción si estás enfermo. Esto significa ser bautizado y casarse. Vale la pena incluso pensar si usted u otro hombre de su familia deberían ser ordenados.

4. Evita la inmoralidad en pensamientos, palabras y acciones.

Todo lo que hacemos con nuestro cuerpo, alma y palabras importa para nuestra salvación. Deja que tu cuerpo, alma y palabras sirvan en beneficio tuyo y de tus seres queridos. Busque a alguien que le ayude, no a alguien que le ayude a usted.

5. Realiza ayunos según el calendario de la iglesia.

El sacerdote con el que te confesarás te aconsejará cómo compatibilizar los ayunos con la vida habitual de tu familia. Los cristianos ortodoxos ayunan los miércoles y viernes y, naturalmente, durante la Gran Cuaresma, la Cuaresma Petrov, la Cuaresma de la Dormición y la Cuaresma de la Natividad.

6. Se confiesa

El sacramento de la confesión es sumamente importante para el alma. Es necesario confesarse al menos una vez durante cada ayuno. Pero también, simplemente cuando tu alma lo necesita, cuando hay pecado que te atormenta.

Y a menudo los encuentra durante la confesión. Pero el sacerdote (o confesor, si lo tienes) te escuchará en cualquier momento. Esta es una fuente que se debe utilizar constantemente.

8. Da una décima parte de los ingresos a la Iglesia

Dar una décima parte de tus ingresos al Señor (después de todo, tus ingresos son Su regalo para ti) es una norma bíblica que los cristianos ortodoxos deben cumplir. Si no puede dar el 10 por ciento completo, elija una cantidad diferente, pero done con regularidad, avanzando gradualmente hasta llegar al 10 por ciento. Y si puedes dar más del 10 por ciento, dalo. Y haga esto no solo cuando le resulte difícil, cuando suceda algo malo en la vida: sacrifique cuando todo esté bien. Los Padres de la Iglesia han señalado muchas veces que dar la décima parte de los ingresos es una tradición ortodoxa.

9. Da limosna y hace obras de caridad.

Es decir, ayuda a quien lo necesita. Esta ayuda puede ser monetaria, pero también puedes ayudar con tu propio trabajo, con apoyo moral, e incluso simplemente estando cerca de alguien que está pasando por un momento difícil, alguien que está enfermo, etc.

10. Mejora constantemente el nivel de su educación.

Debemos buscar constantemente una comprensión más profunda de la fe, y no sólo en el sentido de comprender lo que realmente significa ser creyente, piadoso y devoto. Esto también significa que nuestra mente debe estar constantemente en el poder del Señor para que Él pueda sanarla y cambiarla. Todos nuestros pensamientos deben estar conectados con Dios, ya sea que leamos literatura espiritual, asistamos a cursos de educación religiosa, etc. El objetivo de todas nuestras actividades educativas es aprender y comprender las Sagradas Escrituras lo más profundamente posible.

11. Comparte la fe con los demás.

Si estás agradecido al Señor por la salvación que nos ha dado, querrás compartir tu fe con otras personas.

12. Asiste a procesiones religiosas y hace romerías.

Es decir, viaja para visitar santuarios. Suelen ser monasterios, templos y otros lugares sagrados.

Traducción de Anna Barabash